Viernes, 19 julio 2002 Año III. Edición 413 IMAGENES PORTADA
Sociedad
Legisladores

'Deliberar sobre el presente y no sobre el futuro'. Una disculpa en el natalicio de Juan Gualberto Gómez.
por DIMAS CASTELLANOS, La Habana  
Gómez
Juan Gualberto Gómez

El 12 de julio de 1854, hace 148 años, en un ingenio llamado Vellocino —situado en Sabanilla del Comendador, provincia de Matanzas—, nació Juan Gualberto Gómez Ferrer, hijo de esclavos. Al nacer, sus padres compraron su libertad, hecho que solía ocurrir con poca frecuencia. Lo insólito era que un niño de esa procedencia social y en un medio tan hostil, gracias al esfuerzo familiar y a su voluntad e inteligencia natural pudiera devenir en una de las figuras más descollantes de la política cubana, y eso también ocurrió.

A los 15 años, el mulato Juan Gualberto fue enviado a Francia para formarse como carruajero, y regresó como periodista y traductor. Luego de su retorno a la Isla fundó varios periódicos y sirvió de traductor a destacadas figuras del independentismo cubano, como Francisco Vicente Aguilera. Participó en la Guerra Chiquita, por lo que fue juzgado varias veces, condenado y desterrado. Designado por José Martí como Coordinador Nacional del movimiento independentista de 1895, formó parte de la Sociedad Económica Amigos del País y de la Academia de la Historia de Cuba. Impulsó el Directorio Central de las Sociedades de las Razas de Color, y defendió los derechos del negro y de la integración entre negros y blancos. Representante a la Cámara y senador, destacó en la Constituyente de 1901 como paladín de la soberanía nacional. Escribió varias obras inéditas y fue un brillante orador.

Su labor por la independencia de la Isla en los últimos 30 años del XIX, su comprensión de la relación indisoluble entre el problema del negro y la conformación de la nación, y su participación como figura cimera en la lucha por la soberanía nacional, demuestran que hechos, razones y motivos sobran y obligan a recordar su natalicio. Hoy, nada es más útil que rememorar aquellas ideas suyas tan precisas, acerca de la responsabilidad del parlamento y los legisladores.

El 26 de enero de 1901, al discutirse en la Asamblea Constituyente el tipo de relaciones que debía existir entre el Estado y las distintas iglesias, Juan Gualberto expresó: "Si yo me opuse y sigo oponiéndome a que nosotros, en un artículo constitucional, determinemos qué clase de relaciones haya de tener el Estado con las iglesias diversas que pueden establecerse en el país, es precisamente (...) porque estoy convencido de que en la Constitución no debemos poner nada más que lo que es esencial y fundamental dentro del estado actual de nuestro país".

"Esencial y fundamental dentro del estado actual", expresión que limita tanto lo que debe recogerse en la Constitución como la potestad que el pueblo ha entregado para legislar en esa oportunidad. El carácter electivo y periódico de los parlamentarios indica la responsabilidad para deliberar sobre el presente y no sobre el futuro, cosa que corresponde, por lógica, a los futuros legisladores, pues las constituciones no son programas a realizar sino reflejo de lo realizado, de las relaciones sociales a establecer entre los ciudadanos y entre ellos y lo alcanzado.

Más adelante agregó: "Por otra parte, yo conceptúo que es una doctrina antiliberal que nosotros, aprovechándonos de la circunstancia de estar aquí reunidos para un mandato definido, pretendamos ligar el porvenir, cerrar el derecho de nuestro pueblo hacia el mañana, deteniendo su impulso (...). El temor de que lo haga un gobierno futuro (...) no existe, puesto que esto no lo podrían hacer al fin sino Cámaras tan elegidas por el pueblo cubano, quizás mejor elegidas que nosotros, por medio de un sufragio más amplio y con una preparación política superior a la que nos trajo a este sitio".

Juan Gualberto demuestra lo inútil y perjudicial del intento de legislar lo que le corresponde a otros, porque hacerlo en nombre de los que vendrán después es negar la esencia de la historia como proceso. Pensar que los continuadores serán inferiores a los presentes e intentar determinar por ellos tiene un solo nombre: aberración histórica.

¿Cómo es posible olvidar tan claros antecedentes de nuestra historia legislativa y aprobar —además, por unanimidad— que el actual modelo de socialismo cubano es irrevocable? ¿Quién y cómo puede demostrar que los futuros legisladores serán incapaces de discernir cuál es el modelo adecuado para ese momento?

Desgraciadamente el recuerdo de Juan Gualberto, en el aniversario de su nacimiento, entristece. El país tiene el deber de disculparse ante tan cimera figura. Definitivamente se ha detenido, y marcha al pasado. Con el agravante que desde allí, desde atrás, quiere definir el futuro.


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