Viernes, 28 junio 2002 Año III. Edición 398 IMAGENES PORTADA
Sociedad
De la manipulación al chantaje

¿Porque no se hace público el Proyecto Varela, verdadero leit motiv de la llamada 'Iniciativa de modificación constitucional' promovida por La Habana?
por ADOLFO FERNáNDEZ SAíNZ, La Habana  
Pionera
Una escolar 'custodia' las firmas en apoyo al socialismo
'intocable'

Si se dan por buenos los resultados de la llamada Iniciativa de modificación constitucional, habría que llegar a la conclusión de que más del 99 por ciento de los cubanos quiere que no haya cambio en el sistema político y económico actual, ni para ellos ni para sus hijos y nietos. Pero se sabe que eso no es cierto. Si algo ha quedado demostrado es, no que el Gobierno goce de una popularidad tan alta, sino que tiene un control casi ilimitado.

Amén de que la cifra luce algo exagerada, son muchos los que sin ser comunistas, sin haber simpatizado nunca con el régimen de Fidel Castro o detestándolo desde hace muchos años, accedieron a estampar su firma.

Lo que ha hecho el castrismo en su último ejercicio de dominio de las masas es preguntarle a la multitud —pero no en coro, sino individualmente, a plena luz del día— si quiere ser su amiga o su enemiga. Y se lo ha preguntado bajo la mirada vigilante de sus vecinos, instituidos en comités de informantes de la policía política.

Hay que reconocer que el cubano de a pie no le ve ningún sentido a echarse encima un problema mayúsculo, a hacer un sacrificio que percibe estéril, sin resultado inmediato. Y huelga decir que ese posponer lo trascendente resulta muy negativo para el futuro de la nación, para la salud de sus ciudadanos. Hay personas que casi se han disculpado por lo que acaban de hacer. Lo que ha sucedido es grave.

Son conocidas las presiones a las que recurre el régimen, mecanismos que van de lo burdo a lo sutil. Esas personas no deben sentirse culpables. Las recriminaciones no conducen a nada bueno. Es necesario, eso sí, que sean conscientes de que han actuado en contra de su voluntad.

Más allá de perder un buen trabajo —donde se pueda robar o conseguir divisas—, en no pocos casos la razón para no negarse a firmar ha sido el temor a que el régimen no conceda el permiso de salida en un hipotético viaje al extranjero, que un familiar de Miami pueda enfrentar problemas para venir de visita o que los padres ancianos no resistan "la guerra de nervios". A veces es más que nada la presión psicológica de "no señalarse". En ocasiones se trata de personas que están viviendo casi en la indigencia, pero con gran temor a perder lo poco que tienen, porque perciben su recuperación como imposible si caen en desgracia en el seno del sistema (concebido no para que el ciudadano se informe, piense y decida entre varias opciones, sino para que, desde su infancia, obedezca a una única voz, a la misma orden desde arriba).

Cuando quienes poseen toda la información ocultan parte de la verdad, cuando sólo se da a conocer aquello que conviene a ciertos intereses con el fin de que las masas se muevan en una dirección contraria a su libre voluntad, decimos que se les está manipulando. Pero cuando la manipulación se ejerce desde el poder y se acompaña con presiones y coacción, para que la gente se sienta amenazada, entonces estamos ante un chantaje.

La mayoría de los subscritores no llegaron siquiera a firmar contra su voluntad, porque no sabían ni entendían lo que estaban firmando. ¿Cuántos conocieron el texto del discurso del presidente Bush del 20 de mayo en Miami, al que constantemente se hace referencia? ¿Cuántos saben que tras todo esto está una iniciativa cívica de la oposición que se llama Proyecto Varela? ¿Cuántos han tenido acceso a su letra? ¿Por qué no se publicó en el Granma como pidió el ex presidente Carter? Según el discurso oficial, sería la primera vez en la historia que se cambia la Constitución de un país gracias al discurso pronunciado por un mandatario foráneo.

Incluso si fueran ciertas las cifras oficiales y el Gobierno hubiera alcanzado un 99 por ciento de popularidad, esa inmensa mayoría no tendría ningún derecho a conculcar, no ya el futuro de sus hijos y nietos, sino nuestro propio presente. En las democracias —etimológicamente "el gobierno del pueblo"— la mayoría manda y hay que respetarla, pero la minoría sigue teniendo derechos inalienables a participar del gobierno, a procurar su cambio por la vía pacífica. Hay ciertas cosas que ni la mayoría da derecho a hacer... derechos que ni la mayoría da derecho a violar.


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