Miércoles, 12 junio 2002 Año III. Edición 386 IMAGENES PORTADA
Sociedad
De vuelta de todo

Ni un paso adelante: El Gobierno introduce 'modificaciones' a la Constitución a remolque de George W. Bush y, por extensión, del Proyecto Varela.
por ARMANDO AñEL, Madrid  
Asamblea Nacional
Asamblea Nacional: Autobombo y
platillos

El Proyecto Varela ya tiene quien le conteste. Indirectamente, cierto, con cuenta a cargo del presidente de una potencia extranjera, verdad, sin que se le mencione en parte alguna, desde luego, pero ya sabe a qué atenerse. El Primer Secretario del Comité Central del Partido (comunista), Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias habló por boca de la Asamblea Nacional al oído de Washington, y ha sido tajante: el llamado "Parlamento cubano" aprobará —¡por unanimidad!— la iniciativa de modificación constitucional en la cual se consigna "la voluntad del pueblo de que el régimen económico, político y social consagrado en la Constitución de la República es intocable", y se termina asegurando que "los aspectos anteriormente interesados [el de arriba y algunos otros por el estilo], una vez aprobados mediante el procedimiento legal pertinente... [serán] expresamente incluidos en la Constitución de la República, como parte integrante de su cuerpo normativo y con expresión de que derogan cuanta disposición anterior se le oponga o contradiga". Más claro ni el agua embotellada. Castro contestó a Bush, pero contestó a Varela.

El ardid de ignorar olímpicamente a la disidencia interna, a quienes desde dentro enfrentan, rebaten o diseccionan los designios del régimen, es tan previsible como trillado: ha sido esgrimido hasta el agotamiento por la oligarquía en el poder. No obstante, tras la visita de James Carter a la Isla, los pronunciamientos de George W. Bush y de la Unión Europea, la trascendencia mediática alcanzada por el Proyecto Varela, etcétera, ciertos analistas esperaban una jugada de doble filo, alguna clase de artificio desestabilizador o especulativo, incluso respuestas del tipo "convertir el revés en victoria", a las que Fidel Castro es tan aficionado. Algo más complicado, sutil ("pálido-triste"); una movida que no por tortuosa dejara de engrasar la corroída maquinaria del sistema. En su lugar, el Gobierno revela una vez más su orfandad intelectual y/o escaso margen de maniobra, haciendo bueno el último comentario de Carlos Andrés Pérez a propósito del Máximo Líder: "Uno lo ve públicamente y da pena, da dolor, verlo trastabillar, no hilvanar sus ideas". Contra la pared y a contracorriente, aferrada a la solución biológica, la camarilla gobernante pega los tumbos del retorno. Ya sabe que va a ninguna parte y sin embargo va: sigue de vuelta de todo.

La respuesta del régimen, "reforma" constitucional incluida, aprieta nuevamente las tuercas de la mecánica y la retórica "revolucionarias", pero sin alcanzar a aceitarlas: moviliza otra vez, en bloque, a cientos de miles de cubanos durante un número indeterminado de días, semanas o meses, con la consecuentes pérdidas para una economía al borde del colapso, y apela a mecanismos de distracción y envilecimiento para solucionar —o trasladar— hacia afuera un problema de adentro (algo conceptualmente grotesco habida cuenta del nacionalismo —artificial— del que siempre se ha servido el castrismo). Entretanto, en el Viejo Continente, la Fundación People in Need ha desatado una campaña de promoción para otorgar a Oswaldo Payá Sardiñas, líder del Movimiento Cristiano Liberación y principal coordinador del Proyecto Varela, el Premio Nóbel de la Paz 2003. Según anunció la mencionada Fundación, que se propone continuar recabando la ayuda de otras personalidades de la política y la cultura internacionales —así como la de antiguos laureados con el Nóbel—, la propuesta ya ha recibido el espaldarazo del presidente checo Václav Havel. Más malas noticias para Fidel Castro. De ésta, o se muere de viejo o de rabia o del susto.


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