| Muerte sin entierro |
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| El robo, la doble moral, el invento, la luchita... ¿Los sepultureros de la 'revolución'? |
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| por JORGE OLIVERA CASTILLO, La Habana |
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La revolución ya no existe. Algunos aún intentan revivirla con masajes teóricos y terapia verbal. Pero es tarde.
Las plegarias ideológicas son autos de fe grises e inaudibles, incapaces de convencer a Dios. Cánticos de Carlos Marx y rezos legados por Federico Engels nada pueden hacer por un cadáver que se pudre irremisiblemente. Sin sepultura.
En Managua ciertos indicios confirman la tesis de la inmolación, y valga rectificar que ningún país centroamericano tiene velas en este demorado entierro. Denominado igual que la capital nicaragüense, el poblado de marras —situado a unos 40 kilómetros de la Ciudad de La Habana— fue escenario, recientemente, de un caso espectacular de corrupción.
Varios de los implicados en el delito vestían de verde olivo y sobre sus hombros reposaban grados militares; eran oficiales pertenecientes a la División Blindada integrante del Ejército Occidental, el mismo que comandaría meses antes de su fusilamiento —por presuntas implicaciones con el narcotráfico—, en 1989, el general Arnaldo Ochoa.
De alrededor de 40 culpables al inicio de las investigaciones, en la actualidad se rumorea que el número de detenidos ronda los 200. Entre los artículos birlados durante años por los "revolucionarios", para su posterior venta en el mercado negro, figuraban alimentos, calzado, petróleo y sus derivados. Todo ello sin que nadie tomara cartas en el asunto.
En síntesis: detrás del saludo marcial y las prácticas de tiro —con los cuales defender al socialismo de su eterno enemigo—, había y hay otra guerra real y sistemática, que vulnera los cimientos de la credibilidad. Es un secreto a gritos que "robo" es la palabra de orden, la premisa de amplios sectores castrenses a merced del acceso preferencial a los almacenes del Estado.
Otro ejemplo de "relajo" a gran escala es el desfalco de más de tres millones de dólares en la Red Comercial TRD Caribe, vinculada a la esfera militar. Cientos de personas desmovilizadas y en activo del Ministerio de las Fuerzas Armadas ocupan la gerencia en las tiendas y, salvo extrañas excepciones, la mayoría continúa —extorsión de por medio— atrapando billetes "verdes" junto a una vasta red de cómplices.
La prensa oficial, haciéndose eco de la nomenclatura, ha decretado la completa erradicación del mortal virus del dengue y de su transmisor, el mosquito Aedes Aegypti, afirmación refutada de plano por especialistas en higiene y epidemiología. Cierta o falsa, la cuestión no trasciende los límites de la virtud; en su lugar habría que preguntarse: ¿qué hacer con los vampiros de carne y hueso? A fin de cuentas, éstos han desangrado el país a la sombra de consignas y con el aplauso de ocasión, y algo peor, el efecto contaminante ha adquirido síntomas de pandemia.
De la moral queda en Cuba el discurso hueco. De los principios a que aluden los textos partidistas, menudos retazos. El respeto es privilegio de unos pocos en una parodia de régimen deformado a golpe de experimento e indolencia, de la burda acrobacia cincelada por el miedo y el oportunismo.
¡Que no se hurgue más en el cadáver para evitar sus emanaciones!
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