Viernes, 10 mayo 2002 Año III. Edición 363 IMAGENES PORTADA
Sociedad
La vida secreta de Victoria

A golpe de retórica el régimen insiste en ocultar una realidad desde hace tiempo notoria: la violación de los derechos humanos.
por RICARDO GONZáLEZ ALFONSO, La Habana Parte 1 / 2
Mujeres
La Habana (C. Piza)

Victoria Moral no es una señora que todos los meses viaja 771 kilómetros para ver a su esposo, médico prisionero de conciencia. No, nadie le dice Victoria, porque se nombra Elsa.

Victoria Moral no es una anciana triste porque no ha podido ver a su hijo, al que arrestaron cuando vino legalmente del Canadá por unos días, y sin ningún argumento devolvieron a Ottawa; no, no es Victoria, se llama Hortensia. Tampoco lo es Blanquita, su nuera, que tiene visa para visitar a su hijo y el régimen no le otorga permiso de salida. Es que son, respectivamente, la madre y la esposa de Raúl, un poeta maldito por ser periodista independiente.

Victoria Moral no es esa mujer a que la encarcelaron por expresar lo que pensaba, y vivió sus días más difíciles cuando fue encerrada con una reclusa demente en la sala para penados del Hospital Militar Carlos J. Finlay. La opositora no se nombra Victoria, sino Martha Beatriz.

Victoria moral no es esa negra buena y gorda que limpia pisos y escaleras siendo maestra; pero, ya se sabe, Ana Delia es, además, Testigo de Jehová. Tampoco es Victoria, y mucho menos Moral, una vecina que no me saluda porque siente miedo, ni otra que me hostiga por la misma razón.

Victoria Moral no es esa señora octogenaria que un día enfermó de gravedad y recibió servicio especial de ambulancias, exclusivo para extranjeros, gracias a un amigo español de la familia. El vehículo acudió a los quince minutos; el de Salud Pública no había llegado transcurridas cuatro horas. La anciana no se llama Victoria, sino María Eugenia, aunque todos le dicen Nena.

Victoria Moral no es esa mujer que hace más de cuatro años tiene preso a su marido, director de Línea Sur Press, por decir que Fidel Castro y Carlos Lage son unos mentirosos. Paradójicamente, ella se nombra Libertad.

Victoria Moral no es la licenciada que fundó el Proyecto de Bibliotecas Independientes en la Isla, por el que fue expulsada de su apartamento, la mandaron a vivir a una comunidad militar y tuvo que optar por mudarse a casa de su familia, primero, y marchar al exilio después. Ella se llama Berta.

Victoria Moral no es una doctora en medicina que tiene visa norteamericana y a la que las autoridades no dejan emigrar porque ser profesional de la salud; no es Victoria, no, es Milagros.

Victoria Moral tampoco es esa mujer que cruzó la frontera del periodismo gubernamental y llegó al independiente. Sufrió varios arrestos, un acto de repudio espectacular y la policía implicó a su hija veinteañera en un supuesto delito, por lo que tuvieron que exiliarse. Ninguna de las dos se nombra Victoria, sino Ana Luisa y Lubia.

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