La ruta del suicidio |
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por RAúL RIVERO, La Habana |
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Mariví García, ya en sus 50 años, inventó el trayecto fatal y sus variantes. Es un recorrido por ciertas capitanías de la vida cubana de hoy que conduce, de manera natural, a la muerte por mano propia.
Se recomienda especialmente a las personas indecisas, a quienes, encastillados en la angustia y el desasosiego, les falta dar el último paso hacia el amable laberinto.
El manual de mi amiga recomienda que sea un viernes el día elegido. La primera y única lectura que se debe hacer esa mañana definitiva se reduce a unos textos de Rubén Darío.
"¡Qué queréis, yo detesto la vida y el tiempo en que me tocó vivir!"
"Hacia la fuente de noche y olvido, Francisca Sánchez acompáñame".
Después, ya en la calle, hay que comprar un diario Granma y, enfrascado en su lectura, hacer la cola del camello de Alamar.
Sin dejar de prestar atención al periódico se recomienda, mientras llega el vehículo, desayunar un pan con pasta y refresco de la oferta de la empresa privada criolla. Se puede rematar con un cucurucho de maní de dos pesos y cafecito de chícharo molido.
En el pequeño radio portátil que es imprescindible llevar, se han sintonizado ya los ágiles noticieros nacionales, controversias campesinas sobre la abundante cosecha de papas, la alegría de los cooperativistas y las victorias del país en todos los frentes.
Al finalizar el viaje de ida y vuelta a Alamar, se adquirirán todas las revistas literarias del país y, antes de adentrarse en los contenidos, se debe tomar un té de jazmines en la casa de un amigo.
El regreso a casa se hará a pie, sin atender los basurales y los cráteres de las calles, pero percibiendo los aromas urbanos, y prestando atención al pelaje de los perros abandonados.
(Aquí, si todavía la depresión se mantiene en el pórtico, se debe visitar a cualquiera de los escritores y artistas que ahora organizan cenas con sus verdugos).
De todos modos, como va a atardecer, hay que estar otra vez en la casa porque empieza la Mesa Redonda. Ese programa habrá que verlo con mucha atención, para cuando se reseñe en el noticiero, unos minutos después, comprobar la fidelidad de la versión.
Entre despacio a su habitación y cierre la puerta. Ya en la cama puede revisar la edición de Bohemia y, sobre todo, pensar que mañana es sábado y en algún municipio del país habrá Tribuna Abierta.
El folleto de Mariví indica en ese instante un recuento de los últimos cuarenta años, y que trate de imaginar su porvenir.
Déjese llevar por sus impulsos, expresa la línea final.
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