| ¡Buen aniversario! |
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| La Libreta de Racionamiento, el documento insignia de la ‘revolución’ cubana, cumple hoy 40 años. |
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| por TANIA QUINTERO, La Habana |
Parte 1 / 2 |
El racionamiento de alimentos, ropa, calzado, artículos de aseo y útiles de hogar, entre otros medios básicos, fue implantado por el Gobierno cubano hace 40 años. Hasta la fecha se mantiene con más o menos variaciones.
La llamada "libreta de productos industriales" desapareció. Se fue junto al socialismo europeo y el Muro de Berlín. Otorgaba el derecho a comprar, en moneda nacional, desde un carretel de hilo hasta un calzoncillo. En 1990, el documento dejó de ser efectivo: si antes había escasez de mercancías luego no hubo ni hilos ni calzoncillos. Nada de nada.
Hubo épocas en que se distribuía un poco más. Y otras, como esta, en que se distribuye lo mínimo. Durante años el pan fue vendido "por la libre". Desde hace una década también está racionado: un panecito diario per cápita. Es redondo, cuesta cinco centavos y debería pesar 80 gramos. Excepcionalmente tiene el peso establecido y la calidad suele ser pésima.
Con 20 pesos al mes —menos de un dólar al cambio oficial— a un cubano le alcanza y sobra para comprar todo lo que "le toca" (le corresponde) por la libreta de racionamiento. Pero con dicha cuota (6 libras de arroz, 6 de azúcar blanca, 3 de azúcar prieta, 4 onzas de café, 12 onzas de sal, 20 onzas de frijoles, media libra de aceite, una libra de pollo y media libra de calamares) no puede alimentarse el mes completo.
Entonces debe recurrir al mercado negro. O al cambalache. O al robo. Así, el que trabaja en una panadería revende el pan o la libra de harina de trigo. Con esa entrada extra, los panaderos "resuelven" algo de dinero para enfrentar la carestía de la vida, presente en todas partes: agromercados estatales o privados, shoppings y establecimientos de una red comercial estatal que vende a precio de oro en moneda nacional.
El mantenimiento de la libreta no sólo es una muestra palpable de la incapacidad del Gobierno, que en 43 años no ha sido capaz de producir suficiente carne, leche, huevos, queso, pescado, arroz, frijoles, viandas y frutas, sino que ha contribuido a crear el papeleo más arcaico y estrambótico de que se tenga noticia.
Baste hojear una "libreta" para darse cuenta. Tiene 36 paginitas, perfectamente cuadriculadas y numeradas, llenas de casillas y espacios diminutos para las anotaciones de bodegueros, carniceros, panaderos y lecheros. Un control sin precedentes en la historia de las cartillas de racionamiento —si es que existe una historia, porque hasta donde se sabe, éstas tuvieron en el siglo XX una vida limitada en la Europa de posguerra.
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