Martes, 26 marzo 2002 Año III. Edición 330 IMAGENES PORTADA
Sociedad
Las mujeres mandarán

Sin íntimas ni esperanzas en la Isla del Comandante... otro 8 de marzo para las cubanas.
por ILEANA FUENTES, Miami Parte 1 / 3
Mujer cubana

Este 8 de marzo, primer Día Internacional de la Mujer en la era pos-11 de septiembre, es imprescindible tocar un tema de forma radical, no sólo en términos globales, sino también en términos muy específicos con respecto a Cuba. Las mujeres tenemos que trazarnos la meta de tomar las riendas políticas de este mundo, porque, sin duda alguna, el patriarcado ha dado pruebas irrefutables, durante 4000 años, de que su mejor talento está en la destrucción del prójimo y del planeta. Llevado al patio de nuestra casa, el patriarca y los patriarquitos que le rodean y aúpan han dado pruebas irrefutables, durante 40 años, de que su mejor talento está en la destrucción del cubano y de la Isla. ¡Ya basta de caudillos y comandantazos! Es hora de feminizar el poder y humanizarlo.

Las mujeres hemos acatado los designios y las órdenes de una casta dominante para la que el juego del poder es un placer orgásmico, especialmente si logra jugar a los soldaditos con vidas humanas de verdad, de las que sangran, de las que nos hacen sangrar cuando las parimos. Hemos obedecido —hemos tratado de evitar el rol de conflictivas, y también los golpes y el femicidio— durante demasiados años, por siglos y milenios, sin que ello nos haya protegido de las piras y el exterminio. Hemos sido, y somos, tan estúpidas que seguimos criando la prole acorde con esos designios —machitos pelo-en-pecho y hembritas domesticadas— sin darnos cuenta de que con cada generación la soga aprieta más. El mundo y nosotras ya estamos al borde de la asfixia. Y de la hecatombe.

Sí, indiscutiblemente, las mujeres poseemos atributos que nos capacitan mejor para dirigir constructivamente la humanidad, por razones naturales y por razones de condicionamiento. En primer lugar, la mayoría de nosotras carece de la propensión a la violencia que los excesos de testosterona producen. Jamás puede haber paz entre testéricos (la histeria, invento del misógino Sigmund Freud, no se caracteriza por instintos homicidas). Cuatro mil años de guerras, conquistas, esclavitud y atropellos —homicidio premeditado en masa, frecuentemente denominado genocidio— brindan prueba suficiente. En su libro Maternal Thinking (que podríamos traducir como Pensando maternalmente), la feminista Sara Ruddick propone que las mujeres hemos evolucionado destrezas refinadísimas en el arte de la conversación, la negociación, el pugilato no-violento, la supervivencia, el quehacer diplomático, el forcejeo sin sangre... en otras palabras, en el arte del conflicto constructivo y sin bajas. Si la alimentación de nuestros párvulos, por ejemplo, fuese a base de "¡Traga, coño, o te entro a palos!", y terminara en golpiza ante la resistencia infantil, la especie humana hubiese desaparecido hace siglos. Por el contrario, la meta maternal, en general, es que la prole crezca, sobreviva, madure. Hay varias tesis que proponen que el Homo sapiens se ha distanciado poco a poco del mundo animal y primitivo —el no muy lejano "ojo por ojo y diente por diente" que se nos lega en el Antiguo Testamento— gracias a las destrezas desarrolladas y socializadas por la hembra de la especie mediante la conformación evolutiva de una crianza que garantice la supervivencia.

Entonces, hay que llevar esas destrezas al plano público y político. Las mujeres tenemos que ingeniarnos la toma del mando, como mínimo, a niveles equitativos. No menos del 50% en todos los espacios políticos y jurídicos. En los sociales y económicos. En los académicos y gerenciales. En los industriales y científicos. Hay que destituir el totalitarismo de la testosterona. La supremacía del macho. Eso está bien para los orangutanes en la selva, para los leones en las llanuras. No para la sociedad humana, que lleva secuestrada miles de años por una visión capaz de inventar —¡y utilizar!— armas de destrucción masiva, torturas impronunciables, peligros irreversibles, y que además ha sido incapaz de controlar esa veta destructiva.

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