| Los anillos de la muerte (II) |
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| Contada por uno de sus protagonistas, una serie que desvela la historia de las guerrillas en Matanzas contra el régimen de Fidel Castro. |
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| por HéCTOR MASEDA |
Parte 1 / 2 |
El núcleo principal de la segunda etapa insurgente en Matanzas se concentró en los alrededores de Jovellanos, a principios de 1962. De sus filas surgirían los jefes de grupo y de sus acuerdos los conceptos de lucha irregular contra el Gobierno de Fidel Castro.
"Juan José Catalá Acosta, alias El Pichi, nos mandó a buscar —señala José Manuel Ríos Ramos—. Más de 100 hombres acudimos a su llamado, el 18 de enero de 1962. El encuentro se produjo en la finca de un colaborador, en el poblado de Chiva Muerta, Jovellanos. El Pichi expuso los objetivos de la lucha, la estructura de los grupos de combate con un jefe al frente, el territorio asignado a cada sección. También precisó cómo serían las relaciones con el campesinado de la región, la construcción de refugios y ubicación de los campamentos, la llegada de los suministros, los vínculos con guías y colaboradores y la disciplina interna".
"El Pichi fue elegido máximo jefe militar —continúa Ríos Ramos—, y no sólo por ser un especialista en la guerra irregular o por su prestigio personal y conocimiento de la zona, sino por el cariño y respeto que sentíamos por él los integrantes de la guerrilla, colaboradores y familias de la región. El tiempo nos daría la razón: en un año el número de insurrectos aumentó a 602 miembros activos. Para escoger a los jefes de grupo y el área de operaciones se tuvieron en cuenta dos condiciones: el conocimiento del terreno y que sus familiares o amigos vivieran en la zona. Ello garantizaría las buenas relaciones entre los vecinos y nosotros. De ese modo, resultaron jefes los hermanos Boitel, Humberto Rodríguez, Genaro Cabrera, Matancita y otros más que no recuerdo".
La táctica de los insurgentes cambió. La concepción de los campamentos y refugios también. La cotidianeidad se hizo en extremo difícil, regada de privaciones.
"A mi grupo lo dirigía personalmente El Pichi —recuerda José Manuel—. Comenzamos a operar cerca de la finca Río de aura, en Bolondrón, municipio matancero, a unos 8 o 10 kilómetros del grupo más cercano. Pedro Betancourt, Jovellanos, Corralillo, Limonar y el propio Bolondrón, eran regiones donde disponíamos de muchos colaboradores. Nos servían de guías, traían y llevaban mensajes, transportaban armas, municiones y alimentos, iban y venían a los pueblos y escuchaban noticias del movimiento enemigo, al tiempo que lo desinformaban de nuestro paradero. Las mujeres lavaban, cocinaban, transportaban medicinas y nos hacían llegar cartas familiares".
"Durante el día empleábamos el tiempo en dominar el manejo de la armas. Caminábamos mucho por la zona asignada, para dominarla y mejorar la preparación física. Los jefes nos entrenaban en los secretos de la táctica a emplear en la lucha irregular. Cada grupo lo integraban 6 u 8 hombres. Cada 6 jefes de grupo había un jefe de región, y los de región se subordinaban al jefe provincial: Catalá Acosta. El trabajo operativo se coordinaba con los jefes de región y éstos lo hacían con los de grupo. Manejábamos señales de identificación entre los grupos, sólo conocidas por nosotros y que cambiábamos cada cierto tiempo. Manteníamos las guardias las 24 horas del día. En ocasiones no podíamos ver la luz del sol a causa de que las fuerzas gubernamentales se encontraban cerca. Entonces nos escondíamos en unos refugios que previamente construimos a pocos metros de la finca donde teníamos el campamento."
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