Viernes, 21 diciembre 2001 Año II. Edición 262 IMAGENES PORTADA
Sociedad
La furia del vídeo

Para escapar de la 'batalla de ideas' sólo necesitas un Vídeo: el nuevo protagonista del vernáculo nacional.
por TANIA QUINTERO Parte 1 / 2
TV
C. Piza (Fragmento)

El caso Elián fue el detonante para que Fidel Castro diera un giro de 180º en lo que a adoctrinamiento masivo se refiere. A partir de diciembre de 1999 y hasta la fecha, "la batalla de ideas" —una forma travestida del trabajo "político-ideológico" heredado del comunismo soviético— irrumpió en el ámbito cotidiano, copando los medios de difusión oficiales.

Desde el amanecer y hasta la madrugada, de lunes a domingo, radio, TV, periódicos y revistas —todos estrictamente controlados por el partido comunista— se hicieron eco de la nueva batahola doctrinaria. En la misma medida en que actos y marchas, tribunas abiertas y mesas redondas se convirtieron en asunto tan común para la población como el rezo del rosario en las iglesias católicas, los cubanos renovaron sus caretas y se buscaron un antídoto que les permitiera continuar sobreviviendo en su totalitaria sociedad.

Pero el revulsivo no pudo ser más tóxico: la solución fue el vídeo. De un extremo a otro de la Isla los ciudadanos descubrieron que con un vídeo en casa podían desconectar de la catarsis informativa, y encender el televisor sólo para programas de interés: películas, musicales, telenovelas o dibujos animados.

En los últimos años habían venido creciendo los bancos de vídeos particulares e ilegales, y también los estatales, con ofertas limitadas y selectivas, pero con alquileres mayores (el precio es de un dólar por película, mientras los particulares cobran de 5 a 10 pesos por un día de alquiler).

Mas el verdadero auge se produjo en el 2000, cuando después de siete meses litigando por el retorno del niño balsero, los televidentes sintieron que habían llegado al límite de la paciencia. Ya no se podía soportar tanta letanía.

Pero como para instalar un equipo de vídeo hace falta un televisor en colores, que todavía muchas personas no poseen, los que no lo tenían se decidieron a comprarlo (el costo promedio oscila entre 300 y 800 dólares), con dinero ahorrado, prestado o enviado por familiares en el exterior. (Recientemente comenzó la distribución por parte del régimen de unos 700 mil televisores a color, fabricados en China, otorgados por los CDR y centros laborales a los ciudadanos con "méritos revolucionarios", que no posean ningún televisor o sean discapacitados o protegidos de la seguridad social).

Obtenido de una manera o de otra el imprescindible aparato en colores, comienza la lucha por el vídeo, uno de los electrodomésticos cuya venta está vedada.

Pese a esta prohibición y nunca con menos de 200 dólares en efectivo, se sale a la caza de un VHS. "Siempre aparece alguien que ha logrado entrar uno al país o que va a vender el suyo", dice Marcelo, 30, empleado de una tienda donde se alquilan vídeos por dólares.

Quien logra conseguirlo, con certificado de propiedad o no, se considera dentro de los "parámetros" de la legalidad socialista. "Pero el problema es que los vídeos se han convertido en tremendo negocio", afirma Roberto, 21, mensajero de un banco privado. Y entonces, entre la desesperación de las personas para poder entretenerse todos los días por cuenta propia y la de los maleantes por hacerse de unos dólares, "lo más común es que la gente compre aparatos de vídeo de dudosa procedencia", asegura un policía.

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