Los niños nacen para ser |
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Lastimosamente, en la sesión especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la niñez no se tocará el caso cubano. |
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por LUIS MANUEL GARCíA |
Parte 1 / 2 |
Dadas las circunstancias que son moneda corriente para una buena parte de la infancia de este planeta, decir que los niños nacen para ser felices puede ser excesivo. Bastaría que nacieran para ser, para sobrevivir sin padecer mal nutrición (150 millones); sin morir por causas evitables (10 millones por año); acudiendo a la escuela (100 millones en el mundo no asisten a las aulas); en lugar de ser obligados al trabajo infantil (250 millones entre 5 y 14 años), en especial la prostitución y el tráfico de drogas que ejercen niños raptados, esclavizados o vendidos por sus propios padres; hay 300,000 soldados-niños que pelean en 30 países, después de ser entrenados para matar y corromper sus vidas para siempre. De todos ellos se hablará en la sesión especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que debatirá entre el 19 y el 21 de septiembre próximo sobre la calidad de vida infantil en la década de los 90. Y de los 13 millones de huérfanos legados por el SIDA, principalmente en África.
Frente a ese mapa pavoroso de la infancia, bien podría decirse que los niños en Cuba nacen para ser felices. A pesar de la escasez de medios y recursos, disfrutan de escolarización obligatoria y generalizada. La venta y el tráfico de niños son fenómenos inexistentes. Las estadísticas de salud infantil son dignas del primer mundo. Aunque carecen de leche a partir de los siete años, y sus índices nutricionales han descendido considerablemente durante los 90, aún distan mucho de los parámetros que asolan a los niños más castigados del Tercer Mundo. No hay niños esclavizados ni uncidos a extenuantes jornadas de trabajos forzados, tal como se observa en muchos países del mundo.
Pero si bien los niños cubanos disponen de un sistema de salud que la mayoría del Tercer Mundo envidiaría, la falta de medicamentos y las precarias condiciones materiales de los hospitales, hacen más penosa la vida de los que tengan la mala suerte de enfermarse, y ningún pariente entre "la mafia de Miami" que le envíe los medicamentos.
Cuba se ha convertido, según los analistas, en el segundo destino del turismo sexual en el mundo, y de las (los) jineteras(os), una parte importante no rebasa los 18 años, edad que normalmente marca la mayoría de edad —aunque en Cuba se vota a los 16 y no se emigra hasta los 21, curiosa diferencia—. Lo peor es que con harta frecuencia la prostitución es admitida o tolerada por los padres, dado que en una sola noche una jinetera de quince años puede aportar al presupuesto familiar más que su madre y su padre (ingeniero y médico respectivamente) en un mes. La jinetera ya no es depositaria del repudio social. Por el contrario. Las (los) ejecutivos del sexo son triunfadores en la dura carrera por la supervivencia, y hay niñas que se disfrazan de jineteras en las fiestas. Chulos y policías hacen más sórdido su status.

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