Viernes, 24 enero 2003 Año IV. Edición 541 IMAGENES PORTADA
Opinión
El momento y su respuesta

Si no hay alternativas, ¿cómo puede haber elecciones? De la Asamblea Nacional al Proyecto Varela.
por ARTURO LOPEZ LEVY, Nueva York Parte 1 / 3
Colegio electoral
Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional,
pone su grano de arena en la farsa electoral cubana

Nadie dudaba cuáles serían los resultados de las elecciones del Poder Popular del pasado 19 de enero. Los votantes, que no son electores pues no tienen opciones de elección, aprobaron una lista única de candidatos a la Asamblea Nacional para los próximos cinco años. Como siempre, Granma trasmitió el triunfo del "pueblo" sobre toda clase de enemigos, externos y, ahora también, internos. Enero ha sido un mes de campaña, en el que la televisión, la radio y todos los medios del país se han dado gusto o disgusto preparando la celebración de lo que todo el mundo sabe no puede ser de otra manera. Es imposible correr solo y llegar tercero.

Sin embargo, Cuba es un tema que toca demasiado profundo como para no reflexionar sobre el fenómeno. Incluso las personas que genuinamente creen en el socialismo o apoyan a Fidel Castro por su carisma, sus ideas o por miedo a lo que será la vida cuando el Comandante falte, no pueden dejar de preguntarse si el actual montaje puede seguir funcionando como está o algunos cambios, al menos, son absolutamente necesarios.

No hay que comentar extensamente al carácter "irrevocable" del socialismo cubano. Proclamar el carácter eterno de una estructura o sistema político es entendible en Fukuyama, pero inconcebible en aquel que se llame marxista. Por otra parte, desde la teoría liberal democrática de los Derechos Humanos lo único permanente es la garantía de un mínimo de derechos y libertades a defender universalmente y en cualquier tiempo. ¿Qué quiere decir socialismo irrevocable? ¿Que incluso si el pueblo o la mayoría no lo quiere se lo tiene que tragar como purgante? Desde la propia concepción de los que hicieron la revolución y la han defendido, es un concepto inaceptable. Desde un sentido pragmático, recordemos a Lord Keynes, "a largo plazo todos estaremos muertos".

Dicho en buen cubano, el llamado referéndum que consagró el carácter irrevocable del sistema repartió camisetas y banderitas, pero no ha resuelto nada. El reto del Proyecto Varela, divulgado por el ex presidente Carter en el Aula Magna a toda la nación y en presencia de las más altas autoridades, no es, como lo definió Ricardo Alarcón para El Diario/La Prensa de Nueva York, una simple "payasada de Payá". Es un reto político presente. La sociedad cubana ha cambiado mucho y mucho tendrá que cambiar el sistema político si espera sobrevivir esta nueva afeitada.

Como comedia y fanfarria la fiesta del domingo pudo ser extensa, pero el lunes había que poner los bártulos en orden. El Proyecto Varela no se ha ido. A pesar de que la gira de Oswaldo Payá por Europa, EE UU y América Latina no ha sido reportada en Cuba, las cartas llegan tarde, pero llegan. El pueblo cubano sabrá muy pronto de la aprobación que ha generado la iniciativa así como la oposición de su principal gestor a las políticas de aislamiento y embargo que emanan de EE UU. El sayón de "terrorista" o de "agente del imperialismo" o la "mafia miamense" ni le sirve ni le queda. En entrevista concedida a Jorge Ramos, el disidente condenó los atentados contra la vida de Fidel Castro como actos contrarios al espíritu de liberación.

Si como ha dicho Payá la transición ha empezado porque los cubanos están perdiendo el miedo, nadie debiera confundirse con las cifras de votantes. La gente sabe bañarse y guardar la ropa. Se puede simplemente votar o simular hacerlo dejando la boleta en blanco o anulándola con un lema revolucionario sin marcarla, y al otro día compartir y conversar con la disidencia sin aislarla socialmente, como es requerimiento de la estrategia gubernamental centrada en el ostracismo o la emigración de los opositores. En definitiva, los más de 11.000 registrados en el Proyecto Varela el sábado andarán el lunes por los mismos parques. Nada habrá cambiado.

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