| Entre Martí y Darío: Más allá de las guillotinas |
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| La embajada cubana en Managua la emprende contra uno de los intelectuales más prestigiosos de la izquierda democrática latinoamericana: Sergio Ramírez. |
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| por ARTURO LOPEZ LEVY, Nueva York |
Parte 2 / 3 |
Del que hay que hablar es de Sergio Ramírez. Su estatura de hombre de letras, demócrata y progresista, se defiende por sí misma. Opositor desde muy joven a la dictadura de Anastasio Somoza y destacado analista y compendiador del pensamiento de Augusto César Sandino y la obra de Rubén Darío, Ramírez reúne en su carrera los laureles del político honesto y el buen escritor de prosa bella y de compromiso con los pobres, el progreso, la cultura.
Como hombre de letras, su obra no podía ser más prolífica. Tiene en su haber más de una veintena de títulos entre ensayos, novelas y cuentos. Sus novelas Castigo Divino y Margarita, está linda la mar han sido acreedoras de múltiples premios, incluido el José María Arguedas de la Casa de las Américas en 2000, y el Alfaguara de novela en 1998 para esta última. Sus columnas en El Nuevo Diario de Managua y otros periódicos de España y América Latina son ávidamente leídas por miles de fieles lectores que admiran su intelecto e integridad.
Sergio es un aclamado profesor en varias universidades de América Latina y EE UU, donde contribuye a la comprensión de las realidades de nuestro continente y a la divulgación de nuestros grandes valores, como Rubén Darío y José Martí. Su labor de promotor cultural lo llevó a fundar, con sólo 18 años, la revista Ventana en 1960 en Nicaragua, tierra de escritores y poetas. Sergio fue un activo participante de la mítica experiencia de Solentiname junto al padre Ernesto Cardenal, otro de los grandes intelectuales de la izquierda nicaragüense. En 1978 fundó la Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA), importante vehículo para la difusión de la cultura de nuestros países y apoyo vital para la campaña de alfabetización, uno de los principales logros de la Revolución Sandinista.
Esa función de intelectual ha estado siempre ligada a su brillante trayectoria como hombre de izquierdas. En 1977, Ramírez encabezó el Grupo de los Doce, agrupación de la sociedad civil nicaragüense de empresarios, sacerdotes e intelectuales, y regresó clandestino a Nicaragua para participar en la lucha contra la dictadura somocista. Por su reconocido valor y obra fue uno de los cinco miembros de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional al triunfo de la insurrección armada. En 1984 fue electo vicepresidente en la fórmula del Frente Sandinista que llevó como candidato a la presidencia a Daniel Ortega, y se desempeñó en esas funciones hasta la derrota de 1990.
Sergio Ramírez combinó siempre sus principios de intelectual y demócrata. Frente a la agresión y la intolerancia del Gobierno de Reagan, violador reiterado de las leyes internacionales, Sergio defendió en numerosos foros la independencia de Nicaragua y se consagró en su patria a dar viabilidad y cuerpo a las aspiraciones de las masas desposeídas nicaragüenses. Al interior de la Revolución, junto a Ernesto Cardenal, Ramírez defendió el proyecto de no alineamiento, economía mixta y pluralismo político frente al ala extremista del FSLN que deliraba con un proyecto totalitario. A Ramírez y Cardenal se les atribuye el artículo sobre la libertad de creación artística en la Constitución de 1987, que consagró como totalmente irrestricta esta actividad.
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