| Todos unidos: todos |
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| A los simpatizantes de la causa cubana, el fraccionamiento de la oposición les pone en la difícil disyuntiva de tener que escoger entre facciones. |
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| por CéSAR MENéNDEZ PRYCE, Madrid |
Parte 1 / 2 |
Libre el presidente de la Fundación Lawton, doctor Oscar Elías Biscet —y vuelto a detener sin que hasta ahora se sepa demasiado sobre su futuro inmediato—, el panorama nacional se ha vuelto tremendamente interesante. Con él se completa el cuadro de los principales promotores de la democratización de la Isla. El hecho sirve de colofón a un ciclo en el cual la oposición pacífica al régimen de Fidel Castro ha alcanzado la mayoría de edad. Período donde se vertebró un movimiento opositor que ha logrado salir de las galerías permitidas por el Gobierno impulsando mecanismos de concienciación política para el pueblo cubano.
Una de las iniciativas que ha traspasado los límites de la seudotolerancia oficial es el conocido Proyecto Varela, promovido por Oswaldo Payá —presidente del Movimiento Cristiano Liberación— y subscrito por más de 11.000 compatriotas. El documento, válido para que su promotor recibiera el Premio Sajarov de Derechos Humanos, fue entregado en la sede de la Asamblea Nacional en mayo último. La petición propone un referéndum donde se aprobarían leyes destinadas a allanar el camino hacia la democracia. No ofrece un proyecto o modelo social: pretende ser un paso para crear condiciones legales que permitan la transición. Sería una transformación de la ley a la ley, mediante la demanda de los ciudadanos.
Paralelamente, varios grupos de disidentes reunidos en la Mesa de Reflexión de la Oposición Moderada trataban de concienciar y afiliar adeptos en torno a la idea de la transición pactada. Para ellos, la solución a la explosiva situación cubana pasa por la negociación entre los sujetos encargados de llevar a cabo la transición —Gobierno, oposición pacífica y exilio—. De este proceso de intercambio debería brotar el consenso sobre cómo efectuar la transición bajo un tolerante ambiente político, en el cual se reconocieran legalmente las organizaciones y movimientos alternativos.
A esta amalgama de iniciativas se suma el doctor Elías Biscet, quien, siguiendo el ejemplo de Gandhi y Luther King, instiga a la desobediencia civil. En 1999, antes de entrar en prisión, fue protagonista de un ayuno de cuarenta días donde pidió la dimisión del Gobierno y la excarcelación de los presos políticos. Biscet cree que "si aplicamos estos métodos de desobediencia civil no violenta, vamos a obtener grandes frutos. La prensa independiente debe hacer prensa para el pueblo cubano, para el que está aquí en Cuba; los pedagogos deben escribir para los maestros que están aquí en Cuba; los sindicatos deben ir a los centros de trabajo y entregar a los obreros documentos para que conozcan sus derechos. Una vez que tengamos incrementada la sociedad civil de esta forma, el cambio será más fácil, será una transición pacífica y humanitaria, como queremos nosotros".
En la Cumbre Iberoamericana celebrada en República Dominicana, la disidencia estuvo presente con dos mensajes. Uno avalado por "Todos Unidos" —los firmantes del Proyecto Varela—, y otro respaldado por los miembros de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil, quienes no apoyan al proyecto. A los simpatizantes de la causa cubana, el fraccionamiento de la oposición les pone en la difícil disyuntiva de tener que escoger entre facciones. Los programas de ayudas, las campañas de solidaridad y los proyectos de cara al futuro se ven muchas veces detenidos en espera de un canal negociador que represente a la totalidad de la disidencia.
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