Viernes, 20 diciembre 2002 Año III. Edición 520 IMAGENES PORTADA
Opinión
Todos unidos: todos

A los simpatizantes de la causa cubana, el fraccionamiento de la oposición les pone en la difícil disyuntiva de tener que escoger entre facciones.
por CéSAR MENéNDEZ PRYCE, Madrid Parte 2 / 2

Son ya alrededor de cuatrocientos los grupos disidentes organizados en Cuba. Podría afirmarse que en ningún otro país del antiguo bloque socialista —exceptuando a la Polonia del Sindicato Solidaridad— se organizaron tantos núcleos ilegales de oposición, ni hubo tal número de iniciativas destinadas a democratizar una nación. Sin embargo, el movimiento no llega a todos los hogares de los cubanos, quienes en su totalidad van madurando políticamente por los azotes de la realidad. El ciudadano de a pie aún no tiene como referente a la oposición, no ve en el horizonte político una salida inspirada por sus propios compatriotas. La mentalidad de la "no solución" al caos imperante en Cuba es la idea fija en las cabezas de la mayoría. ¿Qué le falta a la oposición?

Existen diferentes facciones ideológicas que, aunque comparten objetivos básicos, no se ponen de acuerdo sobre la forma de alcanzarlos. Muchos piensan que la lucha por la democracia se libra desde la discrepancia y la diferencia de opiniones, algo que no se ha realizado en ningún país del mundo. Obvian que sin buscar un lugar de encuentro sus empresas no llegarán a feliz término. En este momento no basta con respetar los criterios ajenos, sino que es conveniente apoyarlos una vez llevados a la práctica.

Si se analizan los programas que a corto plazo tienen las diferentes organizaciones opositoras, puede observarse que en lo fundamental no se contradicen. Todas son abanderadas de la lucha pacífica. Todas promueven la libertad de expresión. Todas promueven la libertad de asociación. Todas piden amnistía para los presos políticos. Todas piden ser reconocidas legalmente como opositoras. Pero las discrepancias, los celos o el frío respeto entre los grupos, neutralizan sus heroicos esfuerzos y minan su credibilidad ante la ciudadanía. En nombre de la democracia se gastan chorros de tinta criticándose mutuamente, advirtiendo los errores en los programas de los otros, cuestionando la eficacia o la validez legal de las diferentes iniciativas. Al tiempo que aplauden los métodos de lucha llevados a cabo en diferentes países —Estados Unidos, Checoslovaquia, India—, se creen portadores de las enseñanzas de Martin Luther King, Havel o Gandhi; sin embargo, su comportamiento es más cercano a la forma de lucha del bando republicano español durante la guerra civil.

Refiriéndose a las experiencias de las mesas redondas de negociación en Europa del Este, la profesora Vesna Pusic ha planteado: "Con este tipo de ensayo general de la verdadera lucha por el poder y la competencia política, la oposición aprendió a superar diferencias sin importancia, a llegar a acuerdos en puntos de desavenencia relevantes, a dar prioridad a sus objetivos y a trabajar coordinadamente en la acción política. El legado más importante de la experiencia de las mesas de negociaciones consiste en haber convertido a disidentes exclusivistas y prepotentes en políticos efectivos".

Mientras los disidentes cubanos no hablen en término de oposición, sus iniciativas, por buenas que sean, tendrán una influencia relativa en la ciudadanía. Ahí está la experiencia, y ella dice que sin unión no habrá jamás victoria. Esta lucha, aunque pacífica, es una confrontación entre dos bandos bien delimitados: el reunido en torno a Fidel Castro, negado a la democratización, y el ahora fraccionado movimiento disidente, que aspira al cambio democrático. Para desequilibrar la balanza en favor de los opositores hace falta unidad y romper las estrategias del régimen, que incitan a la discrepancia ficticia.

Mientras el concepto de solidaridad por la democracia no se adueñe de las iniciativas de la oposición, éstas correrán el peligro de caer en tierra de nadie. El único camino para ganar la admiración del pueblo y el respeto del actual Gobierno es hablar en términos de Disidencia. Una frase muy recurrida en Cuba, a principios de la revolución, pudiera parafrasearse en este momento histórico: "Por la disidencia pacífica, todo. Contra la disidencia pacífica, nada". Si los opositores cubanos no comprenden su total interdependencia, puede vaticinarse que serán espectadores en lugar de protagonistas de los inexorables cambios que se avecinan en la Isla.

Quienes abogan por la interlocución con la sociedad y las autoridades, ¿creen que podrán cumplir su deseo si son incapaces de negociar entre sí? Quienes promueven proyectos para la nación, ¿creen que podrán llegar a la ciudadanía sin utilizar las infraestructuras de los otros grupos disidentes? Quienes hablan de desobediencia civil, ¿pretenden levantar el país sin utilizar la membresía de los otros grupos opositores? Preguntas todas ellas que tienen una sola respuesta: unión. Ella contiene el respeto, la admiración y la victoria.

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