Viernes, 20 diciembre 2002 Año III. Edición 520 IMAGENES PORTADA
Opinión
Retóricas de doble filo

Contrasentido y semántica revolucionaria: ¿A quién le hacemos un favor cuando nos referimos a la 'oposición ilegal, pero tolerada'?
por ALEXIS ROMAY, Nueva York Parte 1 / 2
Havel
Havel: El misterioso resplandor de la
palabra libre es mucho más
fuerte que el más poderoso ejército

¿Qué tienen en común el arte, el kárate y el ahorro de energía eléctrica?

Es comprensible que en Manhattan ninguno de mis colegas —representantes de Argentina, Bolivia, Colombia, España, Estados Unidos, Jamaica, México y Puerto Rico— supiera responder esta pregunta. Por otra parte, es igualmente perdonable que la memoria de los exiliados cubanos a quienes incluí en el sondeo hubiera decidido bloquear tan evidente respuesta. Y quizá quienes aún habitan la Isla, plagados de la fiebre del olvido institucional, no recuerden cómo decodificar este simple misterio. Sin embargo, para cualquier cubano —que haya vivido, al menos, la década de los ochenta desde adentro— la respuesta debería ser sencilla. Arte, kárate y ahorro de energía eléctrica —por poner tres ejemplos básicos— son armas de lucha de la revolución.

Dicha revolución —primer gran eufemismo: un sistema que, tras cuatro décadas de establishment, se gasta el lujo de declararse inamovible—, luego de inventarse como término irrefutable, ha continuado su voluntariosa tarea de nombrar fenómenos y procesos ya no por lo que realmente representan, sino por lo que conviene al ideario fantástico de sus creadores y beneficiarios. De tal suerte, en la actualidad cubana nada corresponde a su diseño original: las prostitutas son jineteras; la etapa más crítica en el plano político y socioeconómico, Periodo Especial; un bodrio maligno —"amasijo hecho de carne con madera"—, picadillo enriquecido; y los programas televisados donde no se admiten disensiones —y en los que el sitio al cual se sientan los panelistas a apoyarse mutuamente es rectangular—, son llamados Mesas Redondas. Estos son lugares comunes: la lista cubana de contrasentidos es inmensa y (parcialmente) conocida.

Jinetera, Periodo Especial y Mesas Redondas forman parte de un glosario que no quita el sueño. Se conoce perfectamente su origen: las dos últimas expresiones nacieron de la misma entraña del monstruo "revolucionario" y hasta el concepto "jinetera" —dada su conveniencia semántica: negar verbalmente la prostitución— pudiera haber sido creado bajo estrecho control estatal. Sin embargo, existe un doloroso y alucinante término nuevo. Y lo triste de su caso es que ni siquiera podemos culpar de este desliz al Gobierno de Fidel Castro. La inserción de esta fresca mentira que empaña el naciente vocabulario de la sociedad civil cubana, ¡ha sido acuñada por el exilio! Se trata de la muy popular frase "oposición ilegal, pero tolerada".

Escribo "muy popular" con la mejor de las peores intenciones. Es lamentable que en espacios de prensa donde la libertad de expresión, supuestamente, no ha sido amordazada, prolifere esta terminología encubridora e hipócrita. Y admito que muchos de los articulistas que se refieren a la "oposición ilegal, pero tolerada" usan el entrecomillado de rigor que le impregna cierto toque irónico. Las comillas, en este caso, son un guiño cómplice al lector. Pero, ¿a qué lector? Y si el lector no es cubano, ¿sabrá leer lo macabro que esconde el guiño? ¿Acaso es necesaria la ironía cuando aún no hemos aprendido a ser explícitos? ¿Por qué, si tenemos la posibilidad de hacerlo, no llamamos a las cosas por su nombre? Si queremos mantener el formato de la máxima, ¿no sería más descriptivo decir: oposición ilegal, pero humillada?

La fuerza, o mejor aún, el impacto devastador de las palabras, radica muchas veces en lo desapercibidas que a simple vista pasan. Las escuchamos, las repetimos; la inercia o el aburrimiento nos hacen trastocarlas, darlas por sentadas. Aún así, es sorprendente como el exilio cubano —a pesar de su odio acérrimo a la dictadura— en ocasiones se deja llevar por un léxico favorable a los intereses del régimen de la Isla. Ejemplos sobran: Tengo un amigo que, después de residir por más de un lustro en Miami, todavía se vanagloria ya no de haber sido, sino de seguir siendo un "gusano". ¿Existe algo más denigrante que el hecho de que un sistema totalitario haga a sus enemigos asimilar, y hasta repetir fuera del contexto que les dejó esa marca, que son sólo eso: gusanos? ¿De qué libertad puede hablar un gusano en Miami, si el ejercicio elemental de elegir su manera de presentarse al mundo (es decir, como un gusano) está regido por la repetición (¿inconsciente?) de una ofensa a sí mismo?

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