Viernes, 13 diciembre 2002 Año III. Edición 515 IMAGENES PORTADA
Opinión
Eusebio Leal y el libre tránsito desde y hacia Cuba

por GILBERTO CALDERóN ROMO, México D. F. Parte 1 / 2

Mientras sus colegas Abel Prieto, Ministro de Cultura, Eliades Acosta, director de la Biblioteca Nacional y Fernando Rojas, vocero de la delegación cubana a la FIL, se entusiasmaban mostrando al mundo su destreza en el manejo de las profundas tesis filosóficas del universitario Hassan Pérez, Eusebio Leal, jefe de la Oficina del Historiador de La Habana, se distanciaba un poco de sus alambicamientos habituales para depositar en el centro de la Feria librera de Guadalajara, la semana pasada, un tema de una trascendencia política innegable.

Haciendo gala de un estimable valor personal y de una inteligencia preocupada por los sufrimientos del ser humano concreto, Leal abordó el tema de la libertad de viajar hacia y desde Cuba. "Ese día en que los cubanos entren y salgan del país sin necesidad de pedir permisos tiene que llegar; para eso trabajamos y luchamos", dijo quien es miembro del parlamento antillano y una de las mentes más lúcidas —y por lo visto también más valientes— de la Cuba actual.

Muchos cubanos residentes en la Isla tienen la sensación de que viven en una cárcel, precisamente porque no se les permite la salida del país, y otros tantos, que radican fuera, se duelen de tener que solicitar una visa para regresar al lugar en el que nacieron, algo inusitado en las prácticas viajeras internacionales. Leal Spengler tocó un tema tabú, una de las recriminaciones que con mayor frecuencia y justeza se le hacen al Gobierno de los barbudos, que en los permisos de salida y entrada de sus nacionales ve un negocio jugoso y una opresiva forma de control político.

Diariamente se repiten formas surrealistas para lograr el propósito de salir al exterior, desde las jóvenes antillanas que tienen que casarse con extranjeros hasta los matrimonios y divorcios simulados, a fin de poder sacar a los hijos menores de edad, en prácticas que implican rangos de explotación humana y que son, invariablemente, humillantes.

Eusebio Leal tocó un tema incómodo para la nomenclatura, que probablemente fue mal recibido por los Hassanes Pérez oficiales —tan encadenados a la ortodoxia— pero que, si se contempla con serenidad, hay que abordar para desbrozar uno de los senderos del futuro de la Isla.

Es evidente que el níquel y el azúcar han perdido dinamismo como fuentes de financiamiento y que el ron, el tabaco, el café y la biotecnología, carecen del potencial suficiente par sufragar el desarrollo de la economía cubana. Solamente el turismo, para el que Cuba está excepcionalmente dotada, puede sustentar una prosperidad medianamente prometedora. En este rubro, que tan buen desempeño ha tenido desde los años 90, los isleños saben que pueden fincar un desarrollo duradero. Pero para ello hay que abrirle las puertas a los ricos mercados emisores de la costa oriental norteamericana. Si esto se logra, en poco tiempo podrán estar llegando al país 10 millones de turistas, que es la cifra estimada en los planes a mediano plazo.

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