Jueves, 03 octubre 2002 Año III. Edición 464 IMAGENES PORTADA
Opinión
Estatuas de sal

La mujer de Lot, el reverendo Raúl Suárez y la tolerancia oficial.
por MICHEL SUáREZ, Valencia Parte 1 / 2
Raúl Suárez
El reverendo Raúl Suárez al micrófono en ocasión
de la visita de Jimmy Carter a La Habana

Tan dramático es el oportunismo político del reverendo bautista Raúl Suárez que —durante su reciente intervención en la Asamblea Nacional— se ha atrevido a comparar a Cuba con las ciudades de Sodoma y Gomorra. Quién sabe en qué sentido lo ha hecho, pues si de vida y actuación pecaminosas se trata, hay que darle el uno a la cúpula gubernamental. Si su alusión, por el contrario, intenta reflejar al indefenso pueblo cubano, yerra catastróficamente.

Lo cierto es que el cristiano cubano más cercano a los círculos del poder ha pretendido establecer una fallida analogía para demostrar su tesis: "Por mirar hacia atrás, la mujer de Lot se convirtió en una estatua de sal". Como si pensar en un futuro más coherente para la Isla significase regresar a tiempos de los que ya casi nadie quiere acordarse; como si Fulgencio Batista estuviese a la vuelta de la esquina, corona en ristre, esperando volver a su buró de Palacio. De esta manera, el susodicho reverendo trata de confundir a la opinión pública nacional, encubriendo la tragedia de los últimos 40 años tras un presunto instinto de conservación ante la llamada "marcha atrás".

La actitud patriotera del señor Suárez no es noticia que sorprenda a nadie. Abriendo la década de los 90 comenzó a ganarse el favor de las autoridades cuando en una celebración alabó a la revolución por ser "una bendición para nuestro pobre pueblo". Tal demostración le valió un puesto en el Parlamento, junto al entonces presidente del Consejo de Iglesias de Cuba, Pablo Odén Marichal, y al teólogo presbiteriano Sergio García. Todos de orientación evangélica. Eran los corderos del sector confesional que en esos momentos necesitaba el régimen para respaldar la parafernalia propagandística sobre la transformación del Estado ateo en laico, producida en 1992, así como la decisión del PCC de despenalizar a los creyentes en sus filas: las estatuas de sal que le servían de coartada.

Sin embargo, era el reverendo Suárez el que alcanzaba notas de sobresaliente en el examen de alabanza y obtenía los mayores atractivos publicitarios. El que más viajaba al exterior en "representación de los religiosos cubanos". El que ya no esperaba órdenes para defender las "conquistas" del régimen, pues se bastaba solo ante las cámaras y los micrófonos. Sobrepasaba en kilómetros al presidente Odén Marichal, tal y como ha hecho recientemente en la falacia de la Asamblea Nacional. Ha hablado en nombre de los dos y nuevamente ha ratificado que "disfruto de todo lo que ha logrado este pueblo heroico y su Revolución a partir de su opción patriótica y socialista... no tiene marcha atrás, vamos hacia delante, a la perfección".

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