| Primero la libertad |
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| Como si a un boxeador en KO le sonara la campana... ¿Acercaría el levantamiento del embargo la democracia a Cuba o, por el contrario, la alejaría aún más? |
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| por ORLANDO FONDEVILA, Madrid |
Parte 1 / 3 |
Entre los múltiples chistes que la chispeante imaginación de los cubanos ha producido para defenderse psicológicamente de su mala suerte histórica, hay uno a propósito de estos tiempos en que aparecen tantos "amigos" preocupados por la suerte futura de la nación (el presente les importa menos, si es que les importa algo). Llueven (torrencialmente) propuestas de transición pacífica, de rosado (¿no será más bien punzó?) camino hacia la deseada democratización del país. El chiste de marras es el siguiente: "El socialismo es el mejor de los sistemas posibles, los malos son los primeros 500 años". Si triunfan las propuestas de "comprensión" hacia Fidel Castro, de "pasarle la mano" a él y a los que le sucedan, de no buscar la confrontación que propugnan los "radicales" anticastristas, de aliviarle las presiones al régimen —sobre todo el embargo norteamericano— y sólo mantener discretos, civilizados y edulcorados llamados —a los que Castro responde con giocondina sonrisa— para que algún día respete los derechos humanos y se convierta gradualmente a la democracia —porque de ninguna manera puede permitirse que el pobre pueblo cubano continúe sufriendo a causa de la malévola Ley Helms Burton—; si todo ocurre así, puede que en los próximos 500 años llegue a Cuba la anhelada transición... ¡al socialismo!
A pocos días de que Encuentro en la Red tuviera la gentileza de publicar mi artículo ¿Qué hacer? en su columna de opiniones, aparecieron en la portada del mismo periódico digital sendos trabajos en los que presuntamente se me contestaba —aunque sólo uno de ellos me mencionaba—, defendiendo el fin del embargo norteamericano al régimen de La Habana. Digo presuntamente porque en la práctica no se respondía a casi ninguno de los argumentos que a favor del embargo se enumeran en ¿Qué hacer?
En realidad, las argumentaciones que siempre se han enarbolado contra el embargo son claramente inconsistentes, cuando no ñoñas o, incluso, humillantes para la nación. La afirmación de humillante estaría avalada por el criterio generalizado entre los detractores del embargo de que lo importante para los cubanos serían las migajas que recibirían y que les permitirían comer un poco mejor. Tal criterio podría extenderse a otras áreas argumentales: ¡Hombre, quienes trabajan en empresas mixtas es verdad que son explotados por la contratación estatal, pero algo es mejor que nada! ¡Hombre, los médicos y otros profesionales, así como marinos mercantes y trabajadores que Cuba alquila a otros países es verdad que son explotados, pero algo mejor viven! Es obvio el menosprecio a los cubanos que aquí se observa, porque pareciera que para nada les importa la libertad y la dignidad a que todo ser humano aspira, a las que tiene derecho.
Tampoco se contesta al planteamiento de que como ninguna estrategia ha tenido éxito hasta el presente esto no significa que no lo vaya a tener en el futuro, ya que las circunstancias han cambiado. Y es que los detractores del embargo no tienen estrategia, sólo confían en que con una relación normal entre el régimen y los Estados Unidos las cosas irán cambiando poco a poco, "con el tiempo y un ganchito". El problema es que ese tiempo ha sido, y puede seguir siendo, el de la vida de generaciones de cubanos.
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