Jueves, 03 octubre 2002 Año III. Edición 464 IMAGENES PORTADA
Opinión
Del gladiador al saltimbanqui

La primera feria de productos alimenticios estadounidenses que se realiza en la Isla abre sus puertas del 26 al 30 de este mes.
por ARMANDO AñEL, Madrid  
Jesse Ventura
Jesse Ventura, actual gobernador de
Minnesota, posa para la WWF's (1985)

Ya están en Cuba el gobernador de Minnesota, el mojito embotellado, las compotas para bebés Gerber y el arroz del Tío Ben: según Philippe Bellande, gerente de mercadeo internacional de Masterfoods Interamerica, este último producto era tenido en muy alta estima por nuestros abuelos —se refiere al período anterior a 1959—, sobre todo cuando de guisar paellas se trataba. Más de 288 compañías norteamericanas, en representación de 33 Estados de la Unión, participan en la primera feria de productos alimenticios estadounidenses que se realiza en la Isla (Pabexpo, oeste de La Habana). Fidel Castro, quien calificó la visita de los magnates de "muy agradable", no se pronunció en torno a la cuestión del mojito Martí, trago en cuyo envase flamea la estampa, diríase que embriagada, del hombre de La edad de oro. Postcastrismo puro y duro, esto es, tragicómico. Aunque quizá el Comandante no haya visto la botella.

Aficionado al cine de acción, los terneros y las novelas policíacas, probablemente la atención del Comandante haya sido copada por la exhibición de las Granjas Homedale de Kaehler, criadoras de ganado Shorthorn, Angus y Simmental, o por el propio Jesse Ventura, que en su calidad de antiguo luchador profesional acaba de actuar en la película The Master of Disguise, en la que se roba la histórica "Campana de la Libertad", todo un símbolo americano. El gobernador, que en EE UU replicaba a los críticos de su viaje a Cuba confesando que Castro es un dictador y que "con eso está dicho todo" —pero que, no obstante, veía una buena oportunidad para que el Estado de Minnesota hiciera negocios con La Habana—, declaró en la inauguración del evento comercial que nunca soñó estar en la mayor de las Antillas y, mucho menos, "poder ver ondear juntas las banderas de nuestros países". La cuestión de la Campana debe haber desvelado durante toda la noche al Comandante (su secreta inclinación por el ex gladiador, nacida del ya mencionado hurto a mano armada, lo opondría una y otra vez a una consigna de la que tampoco puede renegar a la carrera: "Cuba sí, yanquis no"). En cuanto a las declaraciones de Jesse en USA, tal vez no haya sido informado.

La primera feria de productos alimenticios estadounidenses en Cuba no sólo confirma, una vez más, el profuso apetito del empresariado norteamericano —aunque a la postre quienes deban pagar sus productos, para colmo sin comerlos ni beberlos, sean los contribuyentes del Tío Sam— o la esperanza que en el levantamiento del embargo ha depositado la oligarquía cubana, dispuesta a prolongar el castrismo después de Castro gracias al patrimonio del "enemigo", sino el carácter acusadamente bufo de esta suerte de crepúsculo revolucionario. El otrora faro de la revolución latinoamericana, la Isla de la Utopía, el paraíso de los trabajadores, ha terminado de escaparate donde Nestlé, cereales Kellogs, la arrocera Riceland Foods, los frijoles de Northarvest Beans o la celebérrima Coca Cola exponen el triunfo de la libre empresa sobre los planes quinquenales, la libreta de racionamiento, la economía planificada; un escaparate ante el que, entre abochornado y goloso, el pueblo mira sin que lo dejen que toque. Entretanto, el Comandante le da el biberón a un bisonte o hace despampanantes apuestas con dinero que no es suyo: "Si quiere yo lo reto [a James Cason, jefe de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en Cuba] y podemos hacer una apuesta por 100 millones de dólares, por menos no se pueden hacer estas apuestas", dijo a propósito de la liquidación de los alimentos adquiridos en la feria; con anterioridad, el diplomático había advertido a las compañías de su país del riesgo de impago que corrían en la Isla, donde perdura, según ha descubierto ya, "una economía de Parque Jurásico". Donde, podría haber abundado, gobierna un saltimbanqui.


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