Viernes, 19 julio 2002 Año III. Edición 413 IMAGENES PORTADA
Opinión
Cadena perpetua

Con la inminente 'reforma constitucional', que busca inhabilitar el Proyecto Varela, el Gobierno de Fidel Castro insiste en dejarlo todo 'atado y bien atado'.
por MANUEL DíAZ MARTíNEZ, Canarias  
Duce y Hitler
El Duce y el Führer reciben su baño de muchedumbres

Francisco Franco soñó con perpetuar post mortem su régimen. La historia muestra que convertir sus respectivos regímenes políticos en objetos de culto inmortal ha sido el gran sueño de los autócratas convencidos de haber cambiado la historia. Hitler calculaba en mil años la duración del Tercer Reich. Franco creyó que lo dejaba todo "atado, y bien atado" para que su sueño fuese una realidad. Pero la realidad, por fortuna, le deparó otro destino a su sueño y al de Hitler. Lo mismo, sin duda, hará con el de Fidel Castro.

Castro ha hecho de la perpetuidad de su poder personal la razón de su vida, y ahora, cuando ya está cerca del agujero que lo espera, parece que también quiere dejar las cosas "atadas, y bien atadas" para que su régimen, tal cual, se prolongue en el tiempo sin fecha de caducidad. Si alguien abriga dudas al respecto —de vez en cuando oyese una voz confiada que anuncia cambios en Cuba—, ya puede despojarse de ellas: el Comandante acaba de darle motivo suficiente para donarlas al museo de las solemnes boberías.

Poniendo en marcha los eficaces mecanismos de coacción propios del Estado totalitario, en el que la primera propiedad estatal es el ciudadano, Castro monta en estos momentos una de sus frecuentes superproducciones, quizás la más pretenciosa de todas. Ahora quiere que en la actual Constitución, que se hizo a su gusto —donde se consagra "la amistad eterna" entre Cuba y la Unión Soviética, por lo que se da el esperpento de que la desaparición de la URSS es inconstitucional en Cuba—, se establezca que su régimen es "intocable", o sea, que debe permanecer como es ad eternum. Con el fin de sancionar esta cadena perpetua destinada al pueblo cubano, que en los últimos cuarenta años no ha cesado de pasar hambre, miseria y miedo, ha convocado a ese mismo pueblo a un referendo. Ya se ve el prodigio, sólo posible en los totalitarismos, de que las víctimas voten a favor del victimario.

No hay ley que pueda eternizar un sistema político, económico y social represivo, estéril y manifiestamente fracasado. ¿Qué persigue Castro con este número circense? Según él, el referendo y las multitudinarias manifestaciones que lo han precedido (el Caudillo, el Führer y el Duce también se daban baños de muchedumbres) dan respuesta al discurso que pronunció el presidente Bush en Miami el 20 de mayo, con motivo del centenario de la República de Cuba, en el cual reclamó elecciones libres en la Isla para poner fin a cuarenta años de dictadura castrista. Pero la verdad es otra.

En mayo pasado, organizaciones de la oposición interna cubana presentaron a la Asamblea Nacional (parlamento) una proposición de reforma constitucional conocida como Proyecto Varela, así llamado en homenaje al presbítero Félix Varela, pensador independentista cubano del siglo XIX. Amparado por la propia Constitución, que obliga a la Asamblea Nacional a aceptar a debate proposiciones de cambios jurídicos y políticos avaladas con las firmas de diez mil ciudadanos con derecho a voto, el Movimiento Cristiano Liberación, con el respaldo de la mayoría de los opositores al régimen, elaboró el Proyecto Varela y consiguió, pese a múltiples amenazas y vandálicas agresiones policíacas, que el mismo fuese suscrito por 11,020 ciudadanos, en los que, evidentemente, pesó más el civismo que el temor a las represalias o el amor a las prebendas. El Proyecto pide que, mediante referendo, se sometan a la opinión del pueblo los siguientes temas: el derecho de libre asociación y el de libre expresión; la amnistía para los presos políticos; el derecho de los cubanos a formar empresas en el país; la reforma de la Ley Electoral vigente, que le da al poder establecido el monopolio de las candidaturas y el control de las elecciones; y la realización de elecciones generales.

No hay que ser una eminencia para comprender que, con su apresurada reforma constitucional, tan carnavalesca en su procedimiento como ridícula en su afán de eternidad, lo que el Gobierno cubano persigue es bloquear el Proyecto Varela, con lo cual pone en claro, una vez más, que su deporte favorito es el de burlar sus propias leyes. Ya saben los optimistas: de cambio, nada. Lo pida el Papa o lo pida Carter. Todo atado, y bien atado. El país es una ruina, un desastre, pero el régimen es "intocable". Inmutable. Castrometafísico.


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