Lunes, 15 julio 2002 Año III. Edición 409 IMAGENES PORTADA
Opinión
¿De Groucho o de Karl?

Gatos encausados, estatuas bovinas, perros contrarrevolucionarios... ¿de cuál de los dos Marx está más cerca nuestra historia política?
por EMILIO ICHIKAWA MORIN, Nueva York Parte 2 / 2

Es casi imposible de creer que existan anécdotas jocosas relacionadas con los fusilamientos sumarios a principios de la revolución, o la travesía en balsa desde Cuba hacia las costas de La Florida. Entre cubanos es creencia generalizada que los velorios son reuniones más animadas que otras celebraciones como, por ejemplo, las bodas.

Eventos tan grotescos como el éxodo por el Mariel, los interrogatorios en Villa Marista o el llamado "proceso de profundización de la conciencia nacional", son recordados hoy en muchas entrevistas con un tono muy cercano a la farsa.

Hace ya más de medio siglo Armando de Córdova escribió un interesante libro titulado La locura en Cuba (La Habana, 1940), donde exponía, como muestras de locura colectiva, sucesos de la vida cotidiana o problemas de minorías que derivaron en la Isla en acontecimientos vinculados a una definición nacional.

Es memorable entre todos ellos el del "entierro del gorrión", donde extremistas del bando colonial español acaban enterrando a uno aparecido muerto con los honores de militar fallecido en combate. Por último, se lleva a juicio sumarísimo a un gato de Guanabacoa por intentar comerse un "símbolo de España", es decir, otro pajarraco.

Llegué al aeropuerto de Miami un 15 de febrero del año 2000, lo que significa que empecé el "caso Elián" en Cuba y lo terminé en los Estados Unidos; la continuidad formal de modales y conductas fue impresionante. Hubo muestras de odio y entusiasmo en verdad muy drásticas, y no digamos ya que pertenecían a "extremistas de las dos orillas", a grupúsculos; de ninguna manera: era la mayoría activa la que se relamía en esas manifestaciones, frente a la que la mayoría pasiva no resultaba tampoco muy virtuosa.

Recordamos también muestras de locura colectiva vinculadas a la realización del Censo de Población y Vivienda, a la invasión para dinamitar los palmares y arboledas suburbanas, a la campaña por la construcción de refugios, a las movilizaciones de las Milicias de Tropas Territoriales, a la preparación de los Panamericanos y a la erradicación del mosquito.

El viernes 21 de junio, al mediodía, la estación miamense Radio Mambí conectó con una corresponsal en la Isla que mostraría una vez más el delirio de nuestra vida nacional. Según informó, un señor se había presentado en un colegio de Camagüey a ejercer su voto sobre la reforma constitucional castrista acompañado de su perro pastor alemán. En un descuido, el perro destrozó con su boca una boleta y un folleto de los que se repartían, causando la desgracia de su dueño, quien fue conducido al puesto de mando donde tuvo que justificar ante la policía política que él no había amaestrado al perro para que consumara esa acción contrarrevolucionaria.

Como si no bastara con lo anterior, el locutor añadió que por lo menos el perro había tenido lo que no tuvieron muchos hombres en la Isla que votaron por inercia. El animal estuvo a punto, por lo que se dijo, de ganarse una estatua al nivel de la de Ubre Blanca.

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