Lunes, 15 julio 2002 Año III. Edición 409 IMAGENES PORTADA
Opinión
A la busca del equilibrio

Por los siglos de los siglos, el socialismo cubano será intocable, o irrevocable, o intangible... tan excepcional circunstancia amerita algunas reflexiones.
por JORGE LLANO, Uppsala Parte 3 / 3

Después de la Segunda Guerra Mundial, los socialistas de Europa Occidental desistieron definitivamente de la versión comunista de socialismo para inclinarse por el estado de bienestar. En gobiernos de coalición, impulsaron economías de mercado mixtas que combinaron control estatal y cierto grado de planificación para obtener beneficios sociales para todos.

El estado de bienestar tiene como objetivo proteger y promover el bienestar económico y social de sus súbditos. Se basa en los principios de igualdad de oportunidad, de distribución equitativa de la riqueza y de responsabilidad pública por los ciudadanos incapacitados para obtener por ellos mismos los medios materiales mínimos para una vida digna. El estado de bienestar comprende diferentes formas de organización económica y social y se caracteriza por los sistemas de servicios públicos y de seguridad social, y por el sistema tributario. El sistema de seguridad social brinda ayuda a individuos en períodos de gran necesidad y se vincula a los programas de lucha contra la pobreza y al sistema tributario. Los impuestos, que aumentan proporcionalmente a la ganancia, aseguran una mayor justicia en su redistribución social. Entre los servicios básicos que generalmente subvenciona el Estado están la educación, la sanidad y la vivienda.

El estado de bienestar no es perfecto. Es el resultado del sistema político que en la práctica ha resuelto de la manera más equilibrada la ecuación que relaciona prosperidad económica y justicia social. Los problemas principales que enfrenta la administración del estado de bienestar son determinar la cantidad y el nivel de los servicios públicos de los que debe hacerse responsable el Estado, asegurar que el conjunto de beneficios que recibe el individuo y su contribución tributaria satisfagan las necesidades del individuo y que a la vez brinden el incentivo suficiente para alcanzar una alta productividad del trabajo, y asegurar que los monopolios y la burocracia del Estado funcionen eficientemente.

La diferencia entre socialdemocracia y socialismo real es bien simple. El modelo socialdemocrata garantiza simultáneamente tanto los derechos económicos y sociales como los civiles y políticos, mientras que el socialismo real sólo ha podido garantizar parcialmente los primeros, de ahí sus dificultades para sobrevivir en el mundo globalizado: tiene que imponer muchos más constreñimientos a la sociedad para forzar su evolución en la dirección deseada.

Los sistemas políticos de finales de la modernidad han venido principalmente en cuatro sabores, de derecha a izquierda: fascismo, democracia liberal, socialdemocracia y socialismo real. Aunque el derecho internacional reconoce el derecho de cualquier Estado a escoger su sistema político, la tendencia actual es que los Estados comiencen a optar por sistemas políticos que les permitan acomodarse en la realidad global emergente. Así, las formas de gobierno se encuentran entre la democracia liberal y la socialdemocracia, que son los sistemas que brindan mayor flexibilidad para ajustarse a los cambios inexorables del momento. El fascismo y el comunismo se van decantando como sistemas inviables, por ser cada vez más incompatibles con las relaciones económicas, políticas y sociales que se establecen en el mundo globalizado. Países como China, con un intenso y exitoso crecimiento económico, han abandonado los tradicionales mecanismos comunistas de control económico para acoger elementos de la economía de mercado, aunque todavía mantenga un gobierno autoritario.

Hoy se conoce con bastante claridad cómo debe ser el modelo para lograr en la práctica una sociedad para el bien de todos en el contexto global. De ese modelo parecen quedar excluidos el "capitalismo malvado" y ese socialismo real-catastrófico, "a la cubana", "salvador" de la nación y la humanidad. La experiencia histórica indica que una sociedad sana deberá lograr el equilibrio entre tres componentes: un gobierno eficiente, una economía de mercado —ya que hasta el momento no se conoce ninguna otra forma de lograr una productividad económica eficaz— y una sociedad civil desarrollada que sirva de contrapeso entre gobierno y economía. La globalización impone nuevas formas de gobierno, más creativas y flexibles que las tradicionales, y una sociedad civil global más eficiente.

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