El candente verano de 2002 |
|
Balseros: ¿Proa al norte o rumbo a occidente? ¿Se convertirá Cancún en una sucursal de Miami? |
|
por GILBERTO CALDERóN ROMO, México D. F. |
Parte 1 / 2 |
Un fantasma habita las preocupaciones políticas del canciller Jorge Castañeda: la irrupción de un masivo arribo de balseros cubanos que podría convertir Cancún en una sucursal de Miami en momentos en que el régimen cubano amenaza a Estados Unidos con abrir sus fronteras marítimas y cuando las relaciones de México con La Habana atraviesan su peor etapa en los últimos cincuenta años.
Últimamente, en menos de un mes, doce cubanos han llegado a las costas mexicanas, de los cuales siete fueron reclamados para su custodia y mantenimiento por el empresario cancunense —también de origen isleño— Armando Bouzon Millar. De los cinco restantes, tres han obtenido la promesa de protección particular.
Este arribo puede ser un episodio aislado, pero también le recuerda ominosamente a la dupla Fox –Castañeda que en sus discordias con el régimen castrista pueden salir raspados, tanto con una reedición de la toma de la embajada mexicana en La Habana, como por una llegada masiva de emigrantes marítimos. El recuerdo de la invasión de la embajada de Perú, en 1980, se podría cernir sobre la política exterior de México, y Cancún llegar a convertirse en un santuario de la disidencia cubana de Miami.
México y Cuba, que desde abril pasado sostienen las más frías relaciones de las últimas cinco décadas, carecen de una política explícita en la materia. Hasta ahora, el asunto de los emigrantes ilegales isleños se ha manejado con notoria discreción, habida cuenta que se pisan terrenos resbaladizos en extremo. Entre finales de febrero y abril, Vicente Fox y Fidel Castro protagonizaron un diferendo tan intenso como las disputas conyugales, que puso en riesgo incluso la supervivencia de las relaciones diplomáticas (acababan de cumplir cien años).
A la apertura de un centro de cultura mexicana en Miami, encabezada por el canciller Jorge Castañeda, siguieron la toma de la embajada mexicana en La Habana por una turba de iracundos ciudadanos ansiosos de emigrar y los ruegos telefónicos de Fox a Fidel para que se portara de manera comedida con George W. Bush y acortara su presencia en la Cumbre de Financiación de la ONU que tuvo lugar en marzo en Monterrey. Para coronar el pastel de la discordia, México votó por primera vez en once años una resolución contra Cuba en la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra. Este último incidente dio lugar a que el presidente cubano divulgara las polémicas conversaciones privadas que había sostenido con Vicente Fox, previamente negadas por éste.
Acosado afuera y en el vértice de una severa crisis económica interior —agravada por el corte de suministro de petróleo venezolano tras el frustrado Golpe de Estado contra Hugo Chávez—, Fidel Castro dispone de dos herramientas para resistir los embates en contra de su régimen: el control político interno y la posibilidad de permitir la fuga masiva de balseros.
La primera estrategia se ha mostrado sobradamente con las multitudinarias marchas que se desplegaron por todo el territorio de la Isla a principios de junio y la maratónica sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular —del 24 al 26 del mismo mes— dirigida a declarar intocable la Constitución socialista de 1976, frente a una petición disidente —apoyada en el exterior— de realizar un referéndum para democratizar la Isla. La segunda maniobra, la salida masiva de cubanos inconformes con el régimen, fue patentizada en los éxodos de 1980 y 1994, con los que se obligó a Estados Unidos a flexibilizar su política hacia La Habana. Ambas salidas sumaron más de 150.000 emigrantes. Cosa parecida acaba de sugerir Fidel en su discurso del 26 de junio.
|