Lunes, 15 julio 2002 Año III. Edición 409 IMAGENES PORTADA
Opinión
El agente del cambio

¿Quién representa al exilio y quién a la disidencia interna? ¿Es hora ya de que en ambas orillas la mayoría elija a sus representantes?
por JORGE SALCEDO, Massachusetts Parte 1 / 3
Recogida de firmas
Miami. Recogida de firmas en apoyo al Proyecto Varela

Si Fidel Castro se resolviera a encarar a sus opositores de una manera ingeniosa, anunciaría mañana su decisión de entablar un diálogo político con los representantes de la disidencia y el exilio. Lo del diálogo, con ser polémico, podría resolverse en paz, pero establecer quiénes son los representantes legítimos de disidentes y exiliados pudiera deparar revelaciones dolorosas a los detractores del régimen.

Es cierto que existen numerosas propuestas y hasta documentos conjuntos de organizaciones del exilio y de la disidencia fijando "nuestras" aspiraciones. En casi todos se habla de Estado de Derecho, pluripartidismo, liberación de los presos políticos, respeto a los derechos humanos, civiles y económicos de los cubanos. Se diría que existe suficiente consenso sobre los cambios que se desean. El "nuestras", sin embargo, resulta problemático. A la pregunta de quién representa al exilio y quién a la disidencia, la única respuesta honesta es una aproximación. Existen personalidades más reconocidas que otras, con más o menos trayectoria y cobertura de la prensa; grupos con más o menos membresía, influencia, poder de convocatoria; pero ni los disidentes ni los exiliados han establecido mecanismos que les permitan contar con organizaciones y personalidades investidas democráticamente, y que puedan, por tanto, representar con legitimidad sus intereses y aspiraciones. Más bien lo opuesto es lo cierto: son los gobiernos extranjeros, las agencias de prensa internacionales y hasta el propio Gobierno cubano quienes eligen a los representantes de exilio y disidencia.

En el caso de la disidencia, esta situación responde en no poca medida al ambiente hostil en que se desenvuelve. Se ha argumentado, con razón, que la descentralización y multiplicación de grupos independientes ha sido un factor necesario para su supervivencia. Hay que tenerlo en cuenta, pero no sé si es suficiente para explicar la ausencia de un criterio organizativo democrático y viable que garantice la jerarquización y representatividad de la disidencia en su conjunto. Basta mirar al exilio para encontrar el mismo fenómeno, en condiciones diferentes. Las infiltraciones, las urgencias protagónicas, las características idiosincrásicas de los cubanos pueden ayudar a explicar nuestra fragmentación, pero ésta es inteligible sólo si reparamos en que la soberanía popular, con sus prácticas representativas de gobierno, es un fenómeno moderno que responde a vigencias sociales ausentes en Cuba antes, durante y después de la República.

Entrado el siglo XVIII, varios núcleos ilustrados de Europa y Norteamérica comienzan a encontrarse cada vez más en la creencia de la igualdad entre los hombres. Esta igualdad, no se olvide, se predica en la esfera de los derechos ciudadanos. Nadie afirma que todos los hombres seamos igualmente inteligentes, agradables, honrados, o igualmente dotados para cualquier disciplina. Tampoco se afirma que "todos los hombres debemos ser iguales" en el sentido en que se ha querido usar luego como "igualdad de condición", principalmente económica. Lo que se plantea entonces es que todos los hombres somos iguales como sujetos de derecho. "Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos...", dicen los americanos en su Declaración de Independencia de 1776. Los franceses aprueban en 1789 su Declaración de Derechos del Hombre: "Artículo 1ro: Los hombres han nacido, y continúan siendo, libres e iguales en cuanto a sus derechos..."; "Artículo 2do: La finalidad de todas las asociaciones políticas es la protección de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre..."

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