Jueves, 04 julio 2002 Año III. Edición 402 IMAGENES PORTADA
Opinión
Razones del sí

Garantizando que sus ciudadanos no puedan optar por el NO, y apenas consigan librarse del SÍ, el régimen demuestra una vez más su talante 'democrático'.
por LUIS MANUEL GARCíA, Sevilla Parte 1 / 2
Firmas
Recolección de firmas: Una electora estampa la suya bajo
la atenta mirada de militantes del Partido Comunista y las
'organizaciones de masas'

Según datos de las autoridades cubanas, 9.664.685 ciudadanos se han manifestado espontáneamente a todo lo largo de la Isla para apoyar al Comandante en Jefe, y contra las amenazas del Imperialismo. Como de costumbre, el presidente de turno en los Estados Unidos es el único enemigo. El olímpico desprecio del señor Fidel Castro hacia su propio pueblo le hace literalmente imposible admitir que el Proyecto Varela sea una iniciativa de la incipiente sociedad civil cubana, que 11.000 súbditos hayan decidido pensar por cuenta propia. Tienen que ser agentes del imperialismo, marionetas del enemigo, instrumentos del único adversario que durante medio siglo ha considerado digno de sí mismo: la mayor potencia del planeta.

El infinito ego del gobernante cubano habrá sufrido muchas veces porque su destino se haya reducido a comandar un país pequeño y pobre, cuando individuos menos dotados que él disponían de enormes recursos para poner en práctica sus ambiciones. Durante decenios intentó corregir ese error de la historia: primero erigiéndose en Comandante supremo de la revolución latinoamericana; más tarde, como "libertador" de África y líder del Tercer Mundo. Hoy, aunque su soberbia le diga lo contrario, su inteligencia no puede dejar de musitarle al oído que ha fracasado estrepitosamente. Incluso los enemigos de la globalización lo contemplan con curiosidad exclusivamente paleontológica, y se negaron a invitarlo a Porto Alegre. Ya no se atreve a asistir a algunas cumbres de mandatarios latinoamericanos, donde su gastado discurso suscita burlas en los pasillos. Pero a su ego le queda un refugio: Cuba, donde su poder sobre once millones de almas tiene que ser indiscutible. El hecho de que 11.000 se hayan atrevido a desafiarlo, merece la movilización de todo el país para aplastarlos. No importa los métodos que se empleen, ni los recursos que se inviertan en ello. No importa la credibilidad que esta gran performance tenga a los ojos del mundo, ni siquiera a los ojos de los cubanos. Más importante que la unanimidad en sí, es la apariencia de unanimidad. Y el propósito final: que el peso de la muchedumbre, la desproporcionada magnitud de la respuesta, desanime a los próximos 11.000, o 20.000 o 50.000 que se atrevan a retar al poder absoluto.

Como de costumbre, la verdadera razón de este despliegue queda en la sombra para el ciudadano cubano, que apenas tiene idea de en qué consiste y qué propone el Proyecto Varela. Y menos idea tendría de no haberlo mencionado el ex-presidente Carter durante su visita a La Habana.

Pero en esta ocasión no ha bastado a las autoridades cubanas la presencia masiva (y por tanto anónima) de los ciudadanos en las movilizaciones. El reiterado empleo de mecanismos de compulsión y coacción para que todos participen en ellas, las desacredita como demostración de la voluntad popular. Ya nadie acepta que un millón de cuerpos en una marcha equivalga a un millón de votos a favor. De modo que 780 representantes de las organizaciones de masas, meros engranajes para el ejercicio del poder, reunidos en Asamblea Extraordinaria Conjunta, hayan "ideado" algo que llaman referendo para la "Propuesta de Modificación Constitucional". En el diario Juventud Rebelde se explica que la "Iniciativa de Modificación Constitucional (...) solicita se incluya en nuestra ley de leyes la ratificada identificación de nuestro pueblo con cada uno de los principios que la sustentan; principalmente, los fundamentos económicos, sociales y políticos reflejados en su Capítulo Uno, así como destacar que el nuestro es un Estado socialista de trabajadores, independiente y soberano". "El régimen económico, político y social consagrado en la Constitución es intocable". Es decir, se trata de, "haciendo uso del derecho fundamental que asiste a todos los ciudadanos de dirigir peticiones a las autoridades, conforme a su artículo 63", dar carta blanca a la Asamblea del Poder Popular para incluir en la Constitución la inamovilidad del régimen actual, y blindarlo contra cualquier tipo de modificación futura. El procedimiento ideado no ha sido permitir que cada ciudadano, en la intimidad de un cubículo, decida en su boleta entre el SÍ y el NO. Eso le concedería la peligrosa oportunidad de elegir. El método de este referendo "oblivuntario" ha sido establecer, entre el 15 y el 18 de junio, 129.523 puntos donde los ciudadanos con derecho al voto deberán consignar su aprobación, ratificándola con su firma y número de carné de identidad. Dado que estos puntos se encuentran en las localidades de residencia, y bajo la mirada atenta del poder, firmar (o no), siempre "de manera absolutamente voluntaria" como subraya Granma, equivale a un compromiso.

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