Miércoles, 26 junio 2002 Año III. Edición 396 IMAGENES PORTADA
Opinión
El agente del cambio

¿Quién representa al exilio y quién a la disidencia interna? ¿Es hora ya de que en ambas orillas la mayoría elija a sus representantes?
por JORGE SALCEDO, Massachusetts Parte 2 / 3

La preeminencia de la igualdad de derechos en estas declaraciones no tiene nada de casual. En ella se cifraba todo un programa político. Proclamar la igualdad significaba, en primer término, cuestionar radicalmente la fuente de derecho de los estados monárquicos. Si todos somos iguales, a ningún hombre le asiste el derecho legítimo de gobernar a otro hombre. Ni por mandato divino, ni por mandato natural, ni por mandato ontológico. En Francia se procede a eliminar la monarquía; en Norteamérica, a declarar la independencia. Pero en Inglaterra el poder del rey estaba limitado por las leyes. Los derechos de los ingleses, defienden los monárquicos, están indisociablemente ligados a la existencia del Rey. La historia ha demostrado que era posible conservar la institución monárquica limitando su poder y creando instituciones que dieran expresión a la voluntad popular. El Reino Unido, Suecia, Dinamarca y hasta la propia España son un testimonio de ello.

El reto no era tanto eliminar la monarquía o limitar su poder, sino organizar el Estado atendiendo a este nuevo consenso de la igualdad ciudadana. Algunos, los anarquistas, llegan a cuestionar tanto la moralidad como la necesidad misma de la existencia del Estado. El consenso de europeos y norteamericanos, a la larga, fue que el Estado era posible, necesario y moral, pero sólo como expresión de la voluntad de los gobernados. Hacían falta leyes para regular la conducta de los ciudadanos y proteger sus derechos; y gente que las promulgara, las hiciera cumplir y se encargara de su administración. ¿Qué gente era ésta? Pues los mismos que se someterían a ellas. Así, el Estado sería una expresión del autogobierno de los iguales.

Pronto surgían dos problemas. Primero, en sociedades complejas, es imposible que todos participemos en este proceso de manera directa y constante. La única manera de ejercer la soberanía popular era de un modo representativo. Había que crear y mantener, por tanto, las condiciones que hicieran posible la elección de los representantes. Estas condiciones son las libertades y garantías necesarias para la formación, expresión y agregación de las preferencias políticas. A grandes rasgos, las libertades y derechos consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos. El segundo problema era buscar un mecanismo de toma de decisiones allí donde los iguales tenían opiniones y prioridades encontradas o simplemente diversas. Se hará la voluntad de la mayoría, es la respuesta. ¿Por qué no la voluntad de los especialistas?, objetan algunos. Porque se trata de autogobernarnos, de decidir sobre nuestra vida y cómo queremos vivirla. El único especialista en cómo quiero yo vivir mi vida soy yo. Un hombre, un voto. Hacer la voluntad de la mayoría satisface el criterio de autogobierno mucho mejor que hacer la voluntad de cualquier grupo o persona. El principio democrático se impone en todas partes, aunque matizado, en distinta medida, por otros principios, ya se trate de un Estado federado, una república democrática, una monarquía parlamentaria...

Todas estas consideraciones —y muchas más, se entiende— han ido dando forma a las instituciones políticas modernas en Europa y Norteamérica. Puede decirse que aquí estas instituciones responden a vigencias sociales concretas, pretensiones y aspiraciones vividas por los actores sociales más influyentes e irradiadas, al menos, a buena parte de la sociedad. En los países occidentalizados, en cambio, se adoptan las instituciones y normas de los Estados modernos como modelos prestigiosos a los cuales las elites adhieren racionalmente una vez alcanzada la independencia nacional, pero sin contar con los supuestos sociales que hacen posible y sostenible el funcionamiento de estas instituciones.

Terminada la guerra de 1895, y puestos a escoger un arreglo político, los cubanos —con la ayuda de los Estados Unidos, ciertamente— optamos por la República, con la Constitución, los tres poderes del Estado, la independencia del poder judicial, la prensa libre, las elecciones periódicas para los puestos públicos y todo lo demás, pero la República no se ha gestado entre nosotros. Nuestro grito de guerra no era ¡viva la República! , sino ¡viva Cuba libre! Es decir, la independencia. Autogobierno, entre nosotros, sólo significaba que Cuba debía ser gobernada por los cubanos, no por España, México o los Estados Unidos. Esto a un francés de 1789 le hubiese parecido muy bueno, pero irrelevante. Luis XVI era francés. Para los franceses de 1789 la soberanía del Estado significaba bien poco sin la soberanía popular.

Para los cubanos, probablemente, la soberanía popular no significaba mucho, y era perfectamente confundible con la soberanía del Estado. Todavía lo es. En 1902, ¿cuántos cubanos aspiraban a gobernarse a sí mismos? ¿Cuántos miraban a Máximo Gómez, Estrada Palma o Bartolomé Masó como instrumentos de los ciudadanos en las tareas del autogobierno? El mando no le correspondía a los ciudadanos, sino al líder de más méritos. La mayoría se inclina por Gómez. Gómez rechaza la candidatura, bien sea por la causa alegada de ser dominicano o por haber asimilado la advertencia de Martí: "No se gobierna un país como se manda un campamento". Me inclino a pensar que el Jefe del Ejército Libertador tuvo presente estas palabras. El pueblo cubano, no. Gómez dio su respaldo a don Tomás Estrada Palma y éste fue el primer presidente de Cuba. Presidente de "una república sin ciudadanos", según su acertado diagnóstico.

Salto a cont. Siguiente: La reacción... »
1   Inicio
2   La preeminencia...
3   La reacción...

Imprimir Imprimir Enviar Enviar

En esta sección

Razones del sí
LUIS MANUEL GARCíA, Sevilla
Cadena perpetua
MANUEL DíAZ MARTíNEZ, Canarias
Pilatos y el guiñol de las muchedumbres
MICHEL SUáREZ, Valencia
La última palabra
MIGUEL RIVERO, Lisboa
Choteo o viceversa
ENRISCO, New Jersey
La innecesaria década perdida
LEONARDO CALVO CáRDENAS, La Habana
NOTICIERO
SOCIEDAD
ECONOMÍA
CULTURA
INTERNACIONAL
DEPORTE
MÚSICA
OPINIÓN
DESDE...
ENLACES
Chat
ENTREVISTA
Cartas
BUSCADOR
Galeria
Niño
EDICIONES
» Actual
« Anterior
» Siguiente
Seleccionar
D:  
M:  
A:  
   
Animales
 
 
PORTADA ACTUAL NOSOTROS CONTACTO DERECHOS SUBIR
 
© 1996-2003 Asoc. Encuentro de la Cultura Cubana.