Lunes, 18 febrero 2002 Año III. Edición 304 IMAGENES PORTADA
Opinión
Un día cualquiera para recordar al Apóstol

El legado ético y político de José Martí: pendiente de realización.
por DIMAS CASTELLANOS  
Martí
Martí en Jamaica

Si la Historia no se reduce a guerras, batallas, y al consiguiente desfile de héroes militares; si la Historia incluye las ideas simientes que una vez sembradas crecen y se transforman en acciones y conductas ciudadanas, estamos ante el más grande cubano de todos los tiempos; ante el político, el crítico, el historiador, el literato, el periodista, el maestro y el hombre más informado de su época; ante José Julián Martí Pérez o, sencillamente, Martí (o el Apóstol). Eso era también: discípulo, predicador, maestro y mensajero de las mejores tradiciones culturales en las que se fue forjando la conciencia nacional.

Como hombre excepcional, Martí es resultado de una inteligencia privilegiada, ávida sed de conocimientos, voluntad férrea y profunda convicción ético-humanista, combinada con lo mejor de la cultura, la pedagogía y las tradiciones cubanas, desde el mestizo Miguel de Velásquez hasta el maestro y director de la Escuela de Varones de La Habana, Rafael María Mendive, quien a su vez fue depositario de la herencia cultural de José Agustín Caballero, José Antonio Saco, José de la Luz y Caballero y el Padre Félix Varela.

Si en esa corriente cultural absorbida por el Maestro hay un elemento distintivo y omnipresente, es el de la eticidad, una de las grandes carencias de nuestra historia de antes, de después y de ahora.

Por su universalismo, su amplia y sólida formación enciclopédica y su prolífica obra, Martí fue y sigue siendo usado para justificar desde la más noble hasta la peor de las causas, incluyendo que se le endilgara la autoría de acciones posteriores a su desaparición física. Sin embargo, lo cierto es que lo más sencillo y a la vez profundo de su pensamiento está pendiente de realización.

¿Acaso pensar, soñar y luchar por que la primera Ley de la República fuera la dignidad plena del hombre no es la más noble y profunda causa por la que ofrendó su vida? ¿Y dignidad plena no significa respeto a las libertades cívicas y políticas e igualdad de derechos y de participación ciudadana? Obra, en Cuba, pendiente de realización.

¿Acaso su amor al prójimo no engloba toda su obra práctica e intelectual? Prueba de ello es que a pesar del inhumano trato recibido en el presidio político no expresara odio a España, o que pese a oponerse fuertemente a la idea de una Roma americana y a todo tipo de expansionismo admirara la cultura y al pueblo norteamericano, junto al que vivió 15 años de su corta vida. ¿Acaso tal conducta no está pendiente de realización en Cuba, donde muchas de las acciones públicas van dirigidas a culpar al otro de males cuya primera responsabilidad radica en nuestras limitaciones éticas y humanas?

El desprecio a todo tipo de despotismo, contrario por esencia a sus valoraciones éticas, lo lleva a condicionar —en su "Carta a Máximo Gómez", de 1884— su participación en el Plan Gómez-Maceo. "Un pueblo —escribe Martí— no se funda, General, como se manda un campamento".

En el ensayo Lectura en Stek Hall, estudio crítico acerca de los errores de la Guerra de los Diez Años, Martí se pregunta: ¿Qué pasó? ¿Qué está pasando? En definitiva la guerra no la había ganado España, sino perdido los cubanos. Las respuestas a esas oportunas interrogantes requieren de algo tanto o más importante que las propias acciones bélicas: la acción de un pensamiento que descubra las claves del fracaso. A partir de esa reflexión se levantaron los cimientos de una teoría de la revolución que incluye la creación del Partido Revolucionario Cubano como instrumento organizador, controlador y creador de conciencia; ésta encaminada a sustituir la espontaneidad y la inmediatez por un proceso que, sólo por la terquedad de España, se iniciaría como "guerra necesaria": el de crear la República y la Nación que aún hoy están por completarse.

Martí es el precursor de la política como proceso que hoy reverdece en la sociedad civil alternativa, y constituye el modelo más alto de político cubano. Modelo que continúa, a 149 años de su muerte física, pendiente de realización.


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