Martes, 08 enero 2002 Año III. Edición 275 IMAGENES PORTADA
Opinión
Muerte recurrente en el Estrecho de la Florida

Vale más un final espantoso que un espanto sin fin, parece ser la filosofía de centenares de ciudadanos dispuestos a arriesgar su vida en el mar.
por ADOLFO FERNáNDEZ SAíNZ  
Niño
Ante el estrecho de la Florida: ¿Sí o No?

La tragedia nos persigue recurrente, como un tributo en vidas inocentes que reclamara un ídolo inmisericorde. Esta vez ha cobrado 30 víctimas, entre ellas 13 niños. Otras 30 familias desgarradas a ambas orillas del Estrecho.

Hay un elemento común en esta herida que atraviesa el alma nacional: la disyuntiva terrible a que se enfrenta la familia cubana.

¿Y qué pasa en Cuba que la gente se escapa como de un lugar de espanto? ¿Por qué el cubano no se conforma con vivir aquí?

Son muchos los que exponen su vida e incluso las de sus seres más queridos —sus hijos más pequeños— por escapar. Y pagan una suma exorbitante por poner ese tesoro precioso en manos de contrabandistas inescrupulosos.

Se dice que pagan 8 mil dólares por cada pasajero en las lanchas rápidas. En Cuba no abunda esa clase de dinero. Para el ciudadano de a pie, 8 mil dólares representa el salario de 800 meses, en números redondos. Y 800 meses son 66 años de trabajo dedicando el sueldo completo a reunir esa suma.

Son muchos —la mayoría— los que quieren irse. Pero no todos tienen familiares en el extranjero; y menos tienen familiares que puedan desembolsar semejante suma. Y muchísimos menos tienen afuera familiares dispuestos a pagar esa suma a contrabandistas de seres humanos para que se hagan cargo de las vidas de los que aman en una situación de grave peligro.

¿En qué otro lugar están dispuestos a escapar pagando un precio tan terrible? Un precio que no debía caber en la mente de nadie en su sano juicio.

Pero los que se arriesgan a esa locura no están locos. Son gente común que no se resigna a un destino infeliz para ellos y sus hijos y que no ven ninguna posibilidad de cambio. Y les parece fácil salir a resolver su problema individual lanzándose a ese riesgo irresponsable.

Hace casi dos años fue el caso del niño Elián González, otro náufrago que se salvó de milagro y cuya madre murió tratando de sacarlo de Cuba. ¡Miles de horas de radio y televisión y decenas de mesas redondas se dedicaron a repetir el mensaje: es irresponsable poner a niños en ese riesgo! Pero el mensaje se somete a la disyuntiva fatal y a veces pierde la responsabilidad.

¿Qué podrán sentir un padre o una madre al abordar una lancha rápida con su hijo pequeño? ¿Se llega a ese extremo sólo por la ambición de vivir mejor? ¿O también cuenta lo que se deja atrás?

La falta de incentivos; sentir que la vida no está en las propias manos; que otros, que piensan diferente tomarán decisiones que afectarán la vida privada sin que uno pueda hacer nada por disuadirlos. ¿A eso se llama libertad? Es haber visto a un abuelo trabajar toda una vida y al final de sus días no tener ni para invitar a sus hijos a comer en casa. Es haber visto a un padre, que estudió una carrera universitaria, dejar su trabajo de ingeniero para ponerse a vender libros viejos —o café— en el portal de su casa. Es haber visto a una hermana prostituirse. Más que una carencia material es una afrenta a la dignidad.

Esa familia se ve salvándose de un régimen que decide lo que aprenden los hijos, lo que se lee en la prensa, lo que se gana en el trabajo y, como colmo de la manipulación, el concepto de dignidad que se debe tener. Prefieren escapar que sufrir esa realidad.

Y ese mismo régimen culpa de todo a un Gobierno extranjero y a su política hacia Cuba. ¡Cómo si culpáramos a Berlín Occidental por los que saltaban el Muro!

Los haitianos también se arriesgan para irse a los EE UU ilegalmente. Pero ellos no aventuran a sus hijos pequeños. Su disyuntiva es otra: ellos pueden regresar.

Todos los medios de prensa, radio y TV siempre están destacando lo negativo de la vida en EE UU y las bondades de vivir en Cuba. Un millón de veces han propuesto su proyecto político y un millón de veces ha sido rechazado.

No importa cuántos puedan ser convocados frente a la Oficina de Intereses de EE UU en La Habana. Mientras el régimen no respete al cubano en su tierra en su plena dignidad, habrá gente dispuesta a cualquier cosa por escapar.


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