Martes, 25 septiembre 2001 Año II. Edición 199 IMAGENES PORTADA
Opinión
Internet, inter 'yes'

Internet: ¿Acceso clasista y diferenciado para los ciudadanos de Latinoamérica?
por DIMAS CASTELLANOS  
Internet

El periódico Granma publicó un artículo bajo el título "Internet, inter grosso modo", su autor sugería que poner Internet al servicio de los ciudadanos de Latinoamérica era algo así como una bofetada en las caras paliduchas y un tecno-golpe en los estómagos vacíos de millones de latinoamericanos, carentes de las posibilidades mínimas de subsistencia y ausentes a la primera de las alfabetizaciones: aquélla que permite ordenar las palabras sintácticamente, para expresar la oración más profunda de nuestros desheredados: "tenemos simplemente hambre".

A ello, el autor agregaba los otros tantos millones que no tienen acceso a las redes modernas de la información y que no serían, por tanto, beneficiarios reales de lo que circula, para informar o desinformar, por las autopistas digitales. De ahí que Internet se convierta de hecho en inter-not; con toda la fuerza sajona de esta partícula negativa.

El artículo de Granma no es estrictamente genérico, es decir, no se refiere sólo a las posibilidades de acceso o no a Internet. Está escrito en la circunstancia específica de una convocatoria hecha por los gobiernos e instituciones políticas hemisféricas para que los latinoamericanos expresemos nuestra opinión, nuestro criterio y nuestras consideraciones acerca de un proyecto de Carta Democrática Interamericana presentada en su reunión de San José, Costa Rica, por la Organización de Estados Americanos, a propuesta de la última Cumbre de las Américas celebrada en Canadá.

El silogismo que sirve de base a tales conclusiones resulta tan viejo como curioso: tengo hambre, luego soy analfabeto, por lo tanto, no me interesa Internet. Lo que en sus términos específicos se reduce a un silogismo más directo: tengo hambre, luego, no me interesa la democracia.

La operación analítica que se desprende del artículo es ideológica en el mal sentido del término: pasa por encima de los hechos cuando no considera que se puede aprender español, guaraní, aymará y portugués —por sólo citar unas cuantas de las lenguas que nos comunican en nuestro hemisferio— computadora y módem mediantes, y cuando parece sugerir que la privatización del hambre es incompatible con el acceso público a las redes de Internet.

Cualquiera que visite ciertos lugares terribles del mundo podrá apreciar, en una especie de exotismo al revés, cómo proliferan los espacios gratuitos para que la gente se conecte con la información y, lo más importante de esta revolución tecnológica, comunique sus ideas a sujetos específicos.

Sin embargo, lo que más poderosamente me llamó la atención de este artículo fue su, así quiero verlo, inconsciente sustrato racista; entendiendo racismo en los términos de Michel Foucoult: considerar que cualquier grupo humano por algún rasgo o condición, sea intrínseca o extrínseca, temporal o permanente, puede ser sujeto de discriminación.

Éste es el mismo argumento de las viejas democracias: para acceder al poder, al derecho de elegir y de ser elegido es necesario ser blanco, varón y propietario. Los pobres, los menesterosos, los que sólo tienen el derecho a malvivir no están en capacidad de disfrutar de las excelencias del arte y de las altas, finas y complejas tramas de gobierno y de decisiones políticas.


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