Prófugos de EE UU en Cuba, un tema explosivo en las relaciones bilaterales |
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AFP/ Michael Finney, protagonista de uno de los secuestros de aviones más espectaculares en el suroeste de Estados Unidos en 1971, afirmó que se siente seguro en Cuba y duda de una eventual extradición, a pesar de la reciente oferta de La Habana a Washington de buscar acuerdos bilaterales en temas de ley y orden.
La Habana anunció a mediados de marzo que había deportado a EE UU a una persona requerida por narcotráfico y a otra acusada de abuso de menores, detenidas en la Isla, y formuló una oferta al gobierno del presidente George W. Bush para suscribir acuerdos de colaboración recíproca contra la delincuencia internacional.
Pero el Departamento de Estado reaccionó fríamente a esa iniciativa a través de su portavoz, Richard Boucher, quien afirmó que no es el momento adecuado para buscar acuerdos con Cuba.
"No creo que sea tiempo para abrir nuevas puertas a Cuba", replicó Boucher, y dijo, además, que el régimen de Fidel Castro aún ampara a muchos fugitivos estadounidenses, entre los que destacó a Charles Hill y a Finney, requeridos por el asesinato de un policía en Nuevo México en 1971.
En entrevista con la AFP, Finney admitió que "hay presiones (sobre el régimen cubano para obtener su extradición). La más reciente fue la del Departamento de Estado, pero yo me siento seguro aquí" en La Habana, donde reside junto a su familia en un pequeño apartamento.
"Yo estoy convencido de que el gobierno cubano me considera un luchador político", señaló tras precisar que no es "ni un terrorista ni un asesino".
"He combatido por la libertad del pueblo afronorteamericano", afirmó Finney, a quien se le acusa de haber integrado el grupo radical estadounidense Panteras Negras.
En 1971, cuando organizaciones negras proclamaban la "autodefensa armada contra la discriminación" en EE UU, el grupo "en el que yo militaba participó en un tiroteo contra la Policía" en Albuquerque, Nuevo México, recordó.
"Fue un combate, murió un policía y se desencadenó una persecución de casi un mes. Acusaron del hecho a Charles Hill, a otro compañero y a mí, y no nos quedó más remedio que venir para acá en un avión secuestrado", dijo.
Finney y Hill viven silenciosamente en La Habana desde ese entonces. Ambos están acusados de asesinato y otros cargos por las autoridades norteamericanas.
Finney, actualmente de 51 años, se gana la vida haciendo traducciones, tiene tres hijas y, como cualquier ciudadano cubano, cuenta con una cartilla de racionamiento de alimentos.
Desde finales de la Guerra Fría Castro ha dicho que "ya no recomendaría la lucha armada" a las organizaciones de izquierda para tomar el poder. Desde hace varios meses La Habana es sede de conversaciones de paz entre el gobierno de Colombia y la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Sin embargo, pese a estos gestos, Estados Unidos mantiene al régimen de Castro en una lista de países que "apoyan al terrorismo", junto a Sudán, Corea del Norte, Siria, Libia, Irak e Irán.
"Es una política hipócrita. Yo creo que Estados Unidos es el país que da albergue al mayor número de terroristas del mundo. Ahí están los cubanos torturadores del régimen de (Fulgencio) Batista y miembros de los escuadrones de la muerte de Haití, Guatemala y El Salvador", comentó Finney.
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