| El amago de crisis internacional repercute ya en la economía de la Isla |
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| por REDACCIóN ENCUENTRO |
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Las dificultades del turismo y del sector de la aviación comercial han comenzado a afectar la débil economía cubana. La inminencia de un conflicto mundial no es precisamente un estímulo para que la gente viaje o se aleje de casa, y el castrismo es uno de los enemigos clásicos de Estados Unidos. Cuba no ofrece demasiada seguridad a los turistas, a pesar de los esfuerzos de la autoridades —incluido el propio Fidel Castro—, que intentan dar una sensación de tranquilidad.
El ministro de turismo Ibrahim Ferradaz reconoció este fin de semana que los atentados en Estados Unidos ya tienen "un impacto negativo sobre la industria del turismo". "Se crea confusión, retrasos de aviones, temores evidentemente razonables en el momento, y eso hace que se produzca de inmediato una cancelación de las reservaciones'', agregó, aunque no quiso arriesgar una evaluación en cifras de los daños económicos.
Según fuentes del Instituto de Aeronáutica Civil consultadas por Reuters, el impacto ya es significativo.
Las ventas de billetes de avión han disminuido un 70 por ciento. Los hoteles de La Habana se encuentran medio desocupados, los taxis vagan por la ciudad en busca de clientes y los restaurantes están más vacíos de lo normal.
Varadero, principal polo turístico de la Isla, tampoco ha recibido la cantidad de viajeros que se esperaba por estos días.
La perspectiva de ingresos por el turismo ascendía este año a .000 millones de dólares. Según Reuters, esta cantidad representa más de la mitad de la recaudación en divisas del país. Por primera vez la industria local generaría más del 60 por ciento de los bienes y servicios utilizados por el sector turístico anualmente, con la consiguiente reducción de costos. Este iba a ser un buen año. Sin embargo, todo apunta a que la Isla será arrastrada por la avalancha de pérdidas que tiene el sector en todo el mundo. "Es muy pronto para evaluar la situación integral'', dice Ferradaz. "Estados Unidos ha anunciado medidas de represalia, acciones militares... pues lógicamente muchas personas en el mundo prefieren aplazar sus viajes hasta ver definitivamente lo que va a suceder".
Por su parte, Castro reiteró el pasado sábado, en un acto político al que asistieron unas 50.000 personas —siempre según las cifras oficiales—, la condena a los ataques terroristas sufridos por Nueva York y Washington, pero también dijo que se oponía a una guerra liderada por Estados Unidos contra los presuntos culpables. Aludiendo al nombre de la operación militar, "Justicia Infinita", el gobernante afirmó que podría convertirse en "una matanza infinita de personas inocentes". Aseguró que nunca permitiría que desde el territorio nacional se prepararán acciones terroristas contra el pueblo norteamericano, y que Cuba haría todo lo que estuviera a su alcance para luchar contra este tipo de ataques.
Pero el mandatario, que sabe que su país figura en la lista estadounidense de patrocinadores del terrorismo, no perdió la oportunidad, a su vez, de acusar a Washington por terrorismo contra la Isla, criticando el discurso del presidente estadounidense, George W. Bush, pronunciado el pasado jueves. Le molestó especialmente la afirmación de que los gobiernos del mundo deberían apoyar la posición estadounidense o ser considerados posibles simpatizantes del terrorismo: "Todo hemos recibido la orden de aliarnos con el gobierno de Estados Unidos o con el terrorismo", dijo.
Según Fidel Castro, el mensaje de Bush al mundo fue claro: "El jueves, ante el Congreso de Estados Unidos, se diseñó la idea de una dictadura militar mundial bajo la égida exclusiva de la fuerza, sin leyes ni instituciones internacionales de ninguna índole".
Los asistentes a la manifestación, poco enterados de los nuevos aires de prudencia que soplan desde el Gobierno, gritaban como poseídos, a la manera de los años sesenta: "¡Cuba sí, yanquis, no!" Una consigna que no se avenía demasiado bien con el espíritu conciliatorio del discurso castrista.
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