Viernes, 25 octubre 2002 Año III. Edición 480 IMAGENES PORTADA
Semblanzas
Castidad y modestia

La obra religiosa del músico Esteban Salas, entre las más importantes de América durante el siglo XVIII.
por JOAQUíN ORDOQUI GARCíA, Madrid  
Portada
Música de Esteban Salas, interpretada
por el coro Exaudi

Esteban Salas y Castro nació el 25 de diciembre de 1725 y fue el primer compositor cubano que dejó una obra significativa dentro de los cánones de la tradición europea. A pesar de haber nacido 31 años antes que Mozart (1756) y siete antes que Haydn (1732), fue capaz de asimilar a estos autores (incluso estrenó obras de Haydn), hasta el punto de que algunas de sus composiciones, básicamente barrocas, incorporaron elementos del clasicismo vienés. Alejo Carpentier lo propone mulato: "Es posible que corriese un poco de sangre negra en sus venas, ya que, a pesar de su nariz aguileña, su tez era muy morena y tenía los labios gruesos y carnosos" (La música en Cuba).

Poseía dos atributos que suelen ser negados a los cubanos: la castidad y la modestia (vivió como un asceta, pero se consideraba indigno del sacerdocio), así que tal vez no se hubiera disgustado demasiado por el destino que sufrieron sus composiciones, olvidadas y perdidas casi hasta la mitad del siglo XX. Sin embargo, su obra religiosa se encuentra entre las más importantes que se compusieron en América en el siglo XVIII. Su vida es significativa de nuestra historia colonial en esa época.

Nació en La Habana, donde estudió música, filosofía, teología y derecho canónigo. Llegó a Santiago de Cuba el 8 de febrero de 1764, para asumir el magisterio de la recién inaugurada capilla musical de esa ciudad, donde desarrolló una gran labor como compositor y pedagogo, además de crear una orquesta de cámara conformada inicialmente por 14 músicos (entre instrumentistas y cantantes), pero que fue creciendo gracias a su insistencia, lo que le permitió interpretar con dignidad obras sinfónicas de Haydn y otros importantes compositores europeos. Gracias a él, la capilla de Santiago se convirtió en un verdadero conservatorio, además de sala de conciertos. Llegó a escribir un conjunto de obras —Pasionario— para familiarizar a sus músicos y discípulos con el arte de la fuga.

En 1789 su modestia tuvo que ceder ante la insistencia del obispo Antonio Feliú y fue ordenado presbítero en marzo de 1790, ocasión para la que compuso una de sus obras más importantes, un Stabat mater. Como era hombre culto, pronto se encontró ejerciendo como rector del seminario de San Basilio el Magno, de la capital oriental, y como profesor de filosofía, teología y moral; eso sí, con la condición de no recibir más emolumentos que los de maestro de capilla, que ya percibía.

Con la misma firmeza con que rechazaba lo que le ofrecían, exigía para los demás, preocupado sobre todo porque sus músicos pudieran trabajar sin excesivas estrecheces económicas y porque su capilla contara con los recursos suficientes para mantener su calidad profesional. Parece ser que este sentido de la responsabilidad fue la causa indirecta de su muerte.

En 1785, se impuso una reducción del presupuesto de la capilla que afectó los salarios de los músicos, quienes, en señal de protesta, abandonaron su trabajo. Esteban Salas no se contentó con exigir lo que se les debía, sino que reclamó un aumento de sueldo y la creación de nuevas plazas, todo lo cual fue concedido por el Cabildo, en lo que parece ser una de nuestras primeras huelgas exitosas.

Pero en 1793, el Supremo Consejo de Indias reclamó que se devolviera todo ese dinero que se venía entregando desde hacía ocho años. Los canónigos, asustados, recurrieron a un expediente demasiado habitual en nuestra cultura y que podríamos llamar el síndrome de Pilatos: responsabilizar a Esteban Salas de lo ocurrido y lavarse las manos.

El músico, entre adolorido e indignado, escribió una larga carta al rey Carlos IV explicando lo ocurrido. Cuando recibió la benevolente respuesta que lo eximía de toda deuda, habían transcurrido siete años, en los que la salud del maestro de capilla se había deteriorado.

Murió en Santiago de Cuba, el 14 de julio de 1803.

Helio Orovio (Diccionario de la música cubana) cifra su catálogo en 7 misas, 5 himnos, 7 secuencias, 12 antífonas, 5 salmos, el Pasionario ya mencionado, 3 cánticos, 2 letanías, 8 lecciones, 7 invitatorios, 2 motetes, 29 versos aleluyáticos, 1 víspera, 1 tercia, 1 nona y unas 50 obras menores, entre villancicos, cantatas y pastorelas.


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