Miércoles, 31 julio 2002 Año III. Edición 421 IMAGENES PORTADA
Semblanzas
La impronta de Irakere

Con 'Chucho' Valdés a la cabeza, en 1973 estalla un fenómeno que repercutirá decisivamente en el desarrollo del llamado 'latin jazz'.
por JOAQUíN ORDOQUI GARCíA, Madrid Parte 1 / 3
Chucho
Pianista Chucho Valdés

En 1973 estalla un fenómeno que repercutirá de forma significativa en el jazz y en la música cubana. Ese terremoto sonoro se llamó Irakere, una banda que incluía a algunos de los mejores músicos de estas escuelas tan relacionadas entre sí. Los nombres de Paquito D'Rivera, Arturo Sandoval, Carlos Averhoff, Enrique Pla, Carlos del Puerto, Jorge Varona o Carlos Emilio Morales, por sólo citar algunos, comienzan a ser conocidos y respetados tanto en Cuba como en los Estados Unidos, donde Irakere recibe, en 1978, el primer Grammy otorgado a músicos cubanos residentes en la Isla desde 1959, por una grabación en vivo hecha en el Carnegie Hall de New York.

Puede afirmarse, sin excesivo riesgo, que aquel premio marcó el inicio del reconocimiento y esplendor de lo que hoy se llama latin jazz o jazz latino, forma musical que (exceptuando los importantísimos aportes brasileños conocidos como bossa nova) es básicamente la incorporación de la música cubana al poderoso río del jazz y viceversa. Música cubana y no afrocubana, como muchos se empeñan en continuar denominándola, como si lo cubano pudiera prescindir de lo afro.

El gestor de aquella revolución fue un pianista llamado Jesús Valdés, quien naciera en el pueblo de Quivicán (sur de La Habana) el 9 de octubre de 1941, y a quien todos llamarán Chucho Valdés.

Como el gran Cachao López, "Chucho" provenía de una familia con tradición musical, con figuras tan insignes como su padre, el también pianista y enorme Bebo Valdés, y su primo segundo, el baterista Guillermo Barreto.

Cuenta Nat Chediak en su Diccionario del jazz latino que en cierta ocasión Bebo Valdés hizo que el contrabajista Cachao López escuchara, de espaldas, a "un joven pianista norteamericano". Una vez terminada la interpretación, "Cachao" descubrió que se trataba del hijo de Bebo, que, efectivamente, era muy joven. Tenía cuatro años.

A diferencia de otros niños prodigiosos, "Chucho" desarrolló y maduró su talento. Todo parece indicar que la influencia de su padre fue decisiva, ya que impidió que el chico se durmiera en precoces laureles y lo animó a estudiar y trabajar con ahínco. Fue su primer profesor y lo dotó, entre otras muchas cosas, con un importante consejo: dominar primero la música cubana y el jazz por separado, antes de intentar fusiones entre ambos géneros. Supongo que las razones de Bebo Valdés obedecían a las grandes diferencias rítmicas y armónicas entre ambas músicas, y a la importancia de aprehender los dos cánones dentro de sus propios contextos. También lo hizo estudiar solfeo, desde los 6 años, con Oscar Boufartique, y conocer el importante desempeño de casi un milenio de música de tradición europea.

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