Lunes, 24 junio 2002 Año III. Edición 394 IMAGENES PORTADA
Semblanzas
El tumbao de Cachao

La integración y el dominio de la vertiente sinfónica, el danzón y el jazz, convirtieron al compositor en uno de los músicos más interesantes e innovadores del siglo XX.
por JOAQUíN ORDOQUI GARCíA, Madrid Parte 1 / 2
Cachao López

Los López constituyen un verdadero linaje dentro de la música cubana. Aunque no fue Israel su fundador —la estirpe incluye, por lo menos, a su padre—, fue quien llevó el apellido a la fama, aunque siempre vinculado a un seudónimo, "Cachao", heredado por su hijo Orlando ("Cachaito") y por sus sobrinos, de modo que se habla más de "los Cachaos" que de los López, seguramente por la gran recurrencia del apellido. Incluso el historiador Cristóbal Díaz Ayala, en el índice onomástico de Música cubana, del areito a la nueva trova, llega a escribir: "López, Israel (Véase Cachao, López)".

Así pues, quien sería conocido como Cachao López nació en La Habana en 1918 (nuevamente faltan mes y día en la bibliografía consultada), para sólo doce o trece años después formar parte de la Orquesta Sinfónica capitalina como contrabajista, aunque éste no fuera el primer instrumento con el que se relacionaron sus todavía pequeñas manos (después serían enormes), sino el bongó, al que sucedieron otros disímiles como la trompeta, el tres y el piano. Como muchos otros músicos cubanos, compartió sus actividades sinfónicas con el ininterrumpido ejercicio de una vocación más popular, consagrada, en su caso, al danzón y al jazz. La integración y el dominio de estas tres culturas musicales hizo de Cachao uno de los músicos más interesantes e innovadores del siglo XX, tanto en su faceta de contrabajista, como por sus brillantes arreglos y sus novedosas composiciones.

Entre las múltiples agrupaciones en las que tocó destacan la orquesta Maravilla del Siglo, de Fernando Collazo, y la que fuera la principal danzonera de los años 40, la orquesta del flautista Antonio Arcaño, conocida como Arcaño y sus Maravillas. Fue precisamente desde el interior de este mitológico laboratorio donde Cachao —junto a su hermano Israel Macho López, violoncelista, y a otros músicos de singular importancia— inició una de las grandes revoluciones de nuestra música, aunque, a decir verdad, dicho acontecimiento pasó inadvertido para el gran público y su enormidad sólo sería percibida una o dos décadas después gracias a la largura de sus consecuencias, a pesar de que su nacimiento fue reconocido por la revista Bohemia como "la revolución del mambo".

Como casi todos los acontecimientos de la música popular cubana, esta revolución no fue unipersonal y se debió a la conjunción de muchos factores, entre los que destacan los importantes músicos reunidos por Arcaño, la competencia que le había hecho el son al danzón, hasta desplazarlo casi por completo del gusto de los bailadores, el azar (siempre concurrente) y la composición por parte de Orestes e Israel López en los 40 de un danzón de extraños sabores que denominaron Mambo, nombre que tendría grandes repercusiones en la década siguiente.

A finales de los 30, el patrón del danzón, excesivamente rígido, estaba agotado, y Arsenio Rodríguez con su conjunto había dotado al son de nueva vida, con la incorporación del piano y la tumbadora al arsenal del género. Arcaño, que compartía escenarios con el Ciego de Oro, decidió incorporar también una tumbadora a su charanga, lo que constituyó una verdadera herejía, pero que dio un gran juego a la danzonera. Y aunque Aniceto Díaz con su danzonete ya había incorporado los sabores del son al danzón desde 1929, se trataba de un sonido que ya había envejecido. En realidad, lo que hacen los López desde las Maravillas de Arcaño es asimilar el tumbao moderno, tal y como lo había desarrollado Arsenio, potenciando ciertos elementos jazzísticos insinuados por Lilí Martínez con su piano en el Conjunto de Arsenio, y que otro López, Jesús (no emparentado con Cachao y Orestes) despliega con gran maestría, como puede escucharse en la grabación de Mambo. A ello se suma una tumbadora que llega a desplazar a las danzoneras pailas y que, junto a un coro en contrapunto, terminan el desarrollo de una pieza en la que se percibe claramente el sabor de los tres géneros.

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