Martes, 23 abril 2002 Año III. Edición 350 IMAGENES PORTADA
Semblanzas
Santiago Feliú, un trovador sin panfletos

Su obra preconiza un lirismo ajeno a cualquier encasillamiento político o social.
por JOAQUíN ORDOQUI GARCíA, Madrid  
Portada
Cantautor Feliú

"Gracias a la vida que me ha dado tanto; no obstante, necesito el dinero".

El movimiento musical conocido como Nueva Trova Cubana es un enorme baúl donde entran cantautores y agrupaciones de muy diversa sensibilidad y varias generaciones. El concepto generacional es un ardid que empleamos los que nos dedicamos a historiar, criticar o comentar el arte y sus productos y una personalidad musical como la de Santiago Feliú nos hace enfrentarnos a una buena cantidad de preguntas. Si dividimos las generaciones en períodos de diez años y sólo nos importara la fecha de su nacimiento (La Habana, 1962), tendríamos que incluirlo en la tercera generación de trovadores. Pero no podemos olvidar que mientras Pablo Milanés (1943) y Silvio Rodríguez (1946) fundan el Movimiento cuando ambos tienen más de veinte años —y en el caso de Pablo, un prolifero quehacer musical a sus espaldas—, Santiago Feliú se incorpora siendo casi un adolescente y comparte sensibilidad, y presentaciones, con artistas como Mike Porcel, Ireno García y Amaury Pérez, nacidos en la década de los cincuenta. Incluirlo en la segunda generación del movimiento no es ningún disparate.

Aunque en esta sección se acostumbra a consignar el día y el mes de nacimiento de los semblanteados, parece que Santiago Feliú se resiste a proclamarlos, ya que tanto en el Diccionario de la música cubana de Helio Orovio como en un libro dedicado por completo a su persona, sólo aparece el año. Estaríamos ante el único caso de alguien que no se quita años, pero sí días y meses.

Rafael Rojas lo ha definido como un hippie en el comunismo y hay algo de cierto en esa contradictoria definición. Vive en Cuba, pero apenas lo parece. Siempre ha sido así. A pesar de sus relaciones con Silvio Rodríguez y de su admiración por la obra del cantautor, no parece interesarle la canción política. De hecho, no tiene nada de animal político y sí mucho de bestia salvaje, de naturaleza viva. Sus canciones son de un lirismo rabioso y desconcertante que por momentos recuerdan las incoherencias deliciosas de Sindo Garay. Mas no confundirse, Santiago Feliú es un animal salvaje, pero no primitivo. Literatura y música del siglo XX se adivinan en su trabajo, desde Jethro Tull hasta Vallejo: "Se le caen los dientes a mi barba".

Junto a Donato Poveda, Mike Porcell, Ireno García y otros cantautores de su generación y de la inmediatamente precedente, representa un cambio radical respecto a Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Noel Nicola y los fundadores de la nueva trova. Desde el punto de vista de las letras, hay un claro rechazo al panfleto e, incluso, a la canción política o de abierto contenido social. No se trata de autismo, sino de saturación. Ni siquiera en todos los casos de rebeldía consciente. En ese sentido, Santiago Feliú asume una búsqueda desesperada del individuo, del individuo que él es y al que una socialización desmedida e impuesta amenaza de forma permanente.

Desde el punto de vista musical, hay en su obra una mayor evidencia rockera que incluye, ¿cómo no? una búsqueda por los caminos que en el género han abierto autores hispanoparlantes, sobre todo los argentinos, como Charlie García y Fito Páez, aunque no se trata de una influencia directa, sino de una interesante asimilación de un lenguaje estético más universal y contemporáneo.

Irrumpió en el panorama musical cubano con dos canciones memorables: Vida y Para Bárbara, ambas comprendidas en su primer LP: Vida (EGREM CBS, 1985). No es excesivo afirmar que Para Bárbara fue la canción más hermosa de la década y aunque en Vida pervive todavía algo del lenguaje de Silvio Rodríguez ("Vida/ la guerra tendrá un sentido/ de renacimiento y sueños/ sueños que harán del hombre/ un humano, un buen destino..."), en trabajos posteriores se desprende de ese orbe y encuentra su propia contemporaneidad, como podemos ver en el CD y en la canción titulados Nauseas de fin de siglo (Lagash, 1994):

"Ya no es sueño libertad/ es más por donde hay aire/ El teléfono de Dios/ sigue incomunicado/ La cuchilla del amor/ la náusea del cerebro/ La verdad de la verdad /que no tenemos dentro". "Fin de siglo/ cementerio de alas/ niño muerto".

Dotado, simultáneamente, de un devastador espíritu destructivo y de una vitalidad similar, Santiago Feliú representa, quizá como ningún otro, a una generación que perdió sus ilusiones antes de poseerlas. En su caso, como en el de otros trovadores de su generación, no se puede hablar de desilusión, sino de desconcierto. Creo que a eso también le llaman posmodernidad.


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