| Lilí Martínez |
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| por JOAQUíN ORDOQUI GARCíA |
Parte 1 / 2 |
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La influencia de Arsenio Rodríguez en la música caribeña ha sido tan descomunal que tendemos a olvidar que la revolución provocada por el Ciego de Oro fue posible, entre otras cosas, gracias a la calidad de los músicos y cantantes de los que supo rodearse. Evidentemente, son méritos de Arsenio la elección de figuras como Miguelito Cuní, Félix Chapottín o Chocolate Armenteros, para conformar su conjunto (para inventar el conjunto) y, más significativo aún, el permitir que esos músicos pudieran abrirse un espacio propio dentro de la agrupación. Creo que la música cubana no hubiera recorrido la trayectoria que hoy le conocemos si Luis (Lilí o Lily) Martínez Griñán no se hubiera incorporado al Conjunto de Arsenio Rodríguez en 1946, cuando sustituyó al también grande Rubén González. Creo, también, que Félix Chapottín no hubiera podido mantener la altísima calidad de su grupo, heredado de Arsenio, si no hubiera conservado con él a este músico verdaderamente excepcional, como puede comprobarse al comparar las grabaciones que hizo con Lilí con aquellas realizadas después de la retirada del pianista —al parecer, las relaciones entre ambos siempre fueron bastante tensas.
Compositor, arreglista y pianista, Lilí Martínez es, nada menos, que el creador de una forma de atacar el piano que hoy conocemos como el "pianismo cubano", y que consiste en introducir breves pero significativas improvisaciones en medio de un son, costumbre heredada del jazz, pero en las que Lilí supo combinar el tumbao del ritmo sonero con unas descargas melódicas llenas de alusiones musicales de todo tipo, desde melodías danzoneras hasta clásicos del jazz, coros de rumba o polonesas de Chopin, en un diálogo, a la vez fluido y sincopado, con trompetas, cantantes o percusiones. A ello habría que añadir la introducción de un manejo armónico de clara influencia impresionista que coincide con las búsquedas que realizaban más o menos en la misma época los grandes autores del filin, Cesar Portillo y José Antonio Méndez.
De la misma forma, como todo el concepto armónico que dio origen a la salsa newrican en los 70 proviene de Arsenio Rodríguez, todo el edificio pianístico que caracterizó a ese movimiento y que protagonizaron figuras como Eddy Palmieri y Pappo Lucca está construido sobre los cimientos creados por Luis Martínez Griñán aproximadamente 30 años antes. También los grandes pianistas cubanos, como ChuchoValdés o Gonzalito Rubalcaba bebieron de esa sonora y pródiga fuente. Cuando en las grabaciones del Conjunto de Arsenio, primero, y en el de Chapottín, después, escuchamos una voz que dice "¡La perla de Oriente...! ¡Y qué perla!", se refieren, precisamente, a este genial pianista.
Este singular guantanamero nació el 16 de febrero de 1917, producto de una mezcla recurrente en nuestra nacionalidad: padre español y madre cubana. Sus inicios en el piano se los debe a una hermana mayor, quien lo sentaba varias horas diarias ante el teclado con partituras de la música europea, especialmente de Chopin.
Cuando era joven, su familia atravesó un período de precariedad económica, momento en el que Griñán ofreció sus servicios para intentar ganarse algunos pesos con su instrumento. Como era bastante común en las familias cubanas, el padre se opuso, por considerar que la música era profesión poco seria y, sobre todo, sin demasiado futuro. Pero la situación familiar era tan dura que al fin cedió y el joven Luis comenzó a trabajar en una sala de baile de Santiago de Cuba, de donde lo sacó Arsenio, por consejo Quico Bru, paisano de Lilí.
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