| Los Zafiros |
|
 |
| por JOAQUíN ORDOQUI GARCíA |
Parte 1 / 2 |
En 1962 hizo su aparición uno de los fenómenos más insólitos de la historia de nuestra música de mediados del siglo XX: el cuarteto vocal Los Zafiros, con su guitarrista Manuel Galbán, agrupación que mezclaba el bossa nova, el bolero, el calipso, la rumba y la conga con una típica sonoridad doo wop, muy al estilo de The Platters, pero con un sabor propio, eminentemente cubano y, en cierto sentido, más rico que el de sus antecesores norteamericanos.
Al parecer, la idea original del cuarteto pertenece a dos de sus integrantes, Miguel Cancio (Miguelito) y Leoncio Morúa (Kike), ambos de Cayo Hueso, quienes hablaron con otro vecino, Néstor Milí, compositor y arreglista que los proveyó de sus primeros éxitos, entre los cuales se destaca La caminadora. A ellos, y por consejo de Milí, se unió Ignacio Elejalde, con su prodigiosa voz y sus deslumbrantes falsetes, que, según muchos, mejoraban la potencia del propio Tony Williams, el cantante de The Platters. Ignacio, a su vez, trajo a un amigo de la infancia, Eduardo Hernández (El Chino), y ya estaba armado el grupo. El profesionalismo de Galbán, con su peculiar forma de tocar la guitarra, hizo el resto y muy pronto Los Zafiros eran dueños absolutos de un espacio que por entonces, en 1962, comenzaba ya a desaparecer.
Porque en fecha tan temprana, la música norteamericana comenzaba a ser mal vista por las autoridades del régimen cubano y las primeras guerras fueron contra Elvis Presley, Paul Anka y Chuby Checker, que gozaban de gran popularidad entre la juventud capitalina. Por ello, para muchos jóvenes y niños que iniciaban el camino de la adolescencia, Los Zafiros fueron una tabla de salvación: lo único que podían escuchar en la radio que sonara "moderno". Moderno era sinónimo de norteamericano y las imposiciones oficiales lograron lo que parecía imposible: que varias generaciones sintieran como ajeno nuestro propio quehacer musical.
Todo indica que fueron Galbán y Milí los responsables del novedoso sonido del grupo, cuya labor forma parte de los procesos de fusión que se producen en la música cubana, sobre todo a partir de los años 40 del pasado siglo. El carácter experimental del trabajo de Los Zafiros está avalado por la participación en el fenómeno de músicos como Orlando Cachaíto López (bajo), Tata Güines (percusión cubana) y Guillermo Barreto (batería), quienes los acompañaron en muchas de sus grabaciones. Otro ingrediente desconcertante fue el compositor Luis Chanivecky, nada menos que un judío cubano que aportó a Los Zafiros algunas de sus obras más contundentes, como Bossa cubana y La luna en tu mirada.
Desconozco las razones por las cuales Los Zafiros pudieron superar el cerco que se tendía a todo lo que sonara a norteamericano y aún convertirse casi en embajadores culturales de la incipiente revolución. El caso es que en tal condición, viajaron a París, donde se presentaron en el mítico teatro Olympia, considerado entonces el escenario más exigente de Europa y una de las plazas mundiales cuya conquista garantizaba el éxito.
Once minutos de ovación puede que no sea el récord, pero sin dudas fue un estupendo average. El hecho ocurrió en 1965 y formaban parte del espectáculo Elena Burke, la orquesta Aragón y Celeste Mendoza, pero fueron Los Zafiros quienes estremecieron a los franceses.
Por esas casualidades, que según Cortázar no lo son tanto, dentro del público estaban unos ingleses bastantes significativos. Se llamaban George Harrison, John Lennon, Paul McCartney y Ringo Star y la agrupación que formaban se encontraba en pleno auge.
|
