Feliz y difundido |
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por LáZARO MORELL, Madrid |
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Probablemente, el primer compositor cubano que hizo del erotismo una constante fue el Ciego de Oro, labor en la que fue excelentemente acompañado por su espléndido pianista y no menos brillante compositor, Lilí Martínez. En el bolero que hoy les ofrecemos, más allá de la picardía de Dile a Catalina o de Bésame aquí, el compositor muestra una desenfrenada pasión, de forma tal que nos hace suponer que pensaba en una persona en concreto cuando la escribió: "Qué feliz yo fuera/ si pudiera un instante/ conocerte tu aliento/ y vivir el momento/ sin ninguna barrera...", hasta tal punto es fuerte su, digamos, motivación, que quisiera besar en su boca y no besarle la boca y, luego de algunas manifestaciones francamente sádicas, terminar difundiéndola entre su pecho, verbo que —como todo el mundo sabe— nada tiene que ver con la difusión, sino que es una mezcla de fusión con difuminación y que sólo puede conjugarse con efectividad en esos momentos, cuando ambas carnes se hacen un solo cuerpo para terminar con la vida y con la muerte: una clara alusión al Imperio de los sentidos, película que se rodaría varias décadas después.
Qué feliz yo fuera (bolero) Arsenio Rodríguez
Qué feliz yo fuera si pudiera abrazarte, si pudiera acercarme a tu cuerpo incitante.
Qué feliz yo fuera si pudiera un instante conocerte tu aliento y vivir el momento sin ninguna barrera, qué feliz yo fuera, qué feliz yo fuera.
Si tú me pudieras querer, si yo te pudiera tener, si pudiera besar en tu boca una y otra vez. y con furia salvaje tus mejillas morder, qué feliz yo fuera, qué feliz yo fuera.
Si en el último suspiro de tus ansias pudiera difundirte entre mi pecho, hacer de ambas carnes un solo cuerpo, aunque el último quejido me muriera, qué feliz yo fuera, qué feliz yo fuera.
Si en el último suspiro de tus ansias pudiera difundirte entre mi pecho, hacer de ambas carnes un solo cuerpo, aunque el último quejido me muriera, qué feliz yo fuera, qué feliz yo fuera.
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