Viernes, 25 octubre 2002 Año III. Edición 480 IMAGENES PORTADA
Dulce cantar
Amar la mentira

por LáZARO MORELL, Madrid  

Hoy iniciamos un ciclo que comprenderá seis canciones del Trío Matamoros y se extenderá durante tres semanas. Creemos que puede resultar interesante comparar las obras de un mismo compositor (o agrupación), sobre todo si ha sido significativo en el devenir de nuestra música. Es por ello que empezamos con los Matamoros, con dos canciones de Miguel, para luego continuar con una de Siro Rodríguez y otra de Rafael Cueto, y terminar con otras dos de don Miguel.

Desde el punto de vista de la composición, hay dos figuras de las que puede decirse que son pioneros en la introducción de letras complejas en la música bailable, especialmente en el son: Miguel Matamoros e Ignacio Piñeiro. Antes de ellos, las letras solían limitarse a una enunciación muy simple, a la que seguía un estribillo muchas veces repetido.

En el caso de Matamoros, parece obvio que su relación con la trova santiaguera enriqueció su vocabulario y le hizo sentir que la letra de una música bailable no tiene por qué limitarse a un sonsonete sin demasiado sentido. Es cierto que todo parece indicar que muchas de sus mejores letras fueron en realidad escritas por uno de sus hermanos maternos y/o por un poeta de Santiago de Cuba, hoy desconocido. Aún así, el mérito de Miguel es indiscutible. En primer lugar, porque no todas sus letras pertenecen a ese o esos misteriosos colaboradores; en segundo, porque el sólo hecho de optar por letras más complejas, aunque fueran ajenas, constituye un mérito de su sensibilidad. No se debe olvidar que, por ejemplo, la mayoría de las grandes letras de María Teresa Vera, entre otras la de Veinte años, tampoco le pertenecían.

He clasificado la pieza que sigue a continuación como "son abolerado" por falta de mejor definición, ya que su ritmo es muy peculiar y difícilmente encasillable. En cuanto a la letra, lo primero que destaca es la rebuscada utilización de la anadiplosis, es decir, la repetición de una palabra que pertenecía a la oración precedente. Los vocablos "mentiras" y "visiones" sirven al autor para recrear los "ensueños de una ilusión". Además de esta figura retórica, cabe destacar la complejidad de sentimientos que demuestra esta letra, en la que el protagonista asume el engaño con tolerante alegría: "Mentiras como las tuyas que me mitigan/ las hondas penas que me desgarran el corazón".

Mientes (Son abolerado)
Miguel Matamoros

Mentiras dicen tus labios cuando me besan,
visiones ven tus ojitos cuando me miran.
Mentiras llenas de amores que me embelesan,
visiones que justifican cuanto te diga.

Mentiras hay que anhelamos que nos las digan
y visiones que son ensueños de una ilusión.
Mentiras como las tuyas que me mitigan
las hondas penas que me desgarran el corazón.

Mentiras hay que anhelamos que nos las digan
y visiones que son ensueños de una ilusión.
Mentiras como las tuyas que me mitigan
las hondas penas que me desgarran el corazón.

Tú me quieres engañar,
Tú me quieres engañar,
Tú me quieres engañar, muchacha,
Tú me quieres engañar.

(Se repite el estribillo tres veces más)


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