Jueves, 23 enero 2003 Año IV. Edición 540 IMAGENES PORTADA
Música
Nocturna consagración

Charlie Haden y Gonzalo Rubalcaba fusionan jazz y bolero en 'Nocturne', un disco para coleccionar.
por ARSENIO RODRíGUEZ, Barcelona  
Rubalcaba
Charlie Haden y Gonzalo Rubalcaba

En 2002 Gonzalo Rubalcaba, a quien por años se le resistió el premio Grammy, se ha visto recompensado con un par de ellos.

En septiembre la entrega de los Grammys Latinos dio la alegría a los seguidores del jazz cubano cuando Bebo Valdés (El Arte del sabor), Chucho Valdés (Canciones inéditas) y el propio Rubalcaba (Supernova) fueron premiados en las diferentes categorías a que estaban nominados. El hecho jerarquiza a la escuela criolla como una de las mejores del mundo. Ello adquiere más relevancia si se añade a la fiesta el disco Nocturne (Verve, 2001), que se alzó en los Grammys americanos como mejor disco de latin jazz, y donde puede encontrarse nuevamente a Gonzalo Rubalcaba. Junto con Charlie Haden definió el repertorio del CD, puso canciones suyas, realizó la producción conjunta y, como era de esperar, tocó en todas las piezas como sólo él sabe hacerlo desde que dejó la percusión para dedicarse al piano. Es bastante injusto que en la portadilla sólo aparezca Haden (seguramente una estrategia de mercado para encausar la placa en el ámbito inglés).

Es la primera vez que Gonzalo y Haden hacen un monotemático de boleros, y el disco demuestra que el jazz está muy cerca del género romántico por excelencia. Particularmente para ambos músicos, Nocturne es el capítulo último de una amistad de más de quince años, que comenzó cuando se conocieron en el Festival de Jazz de La Habana. Rubalcaba sólo tenía 23 años.

En el disco hay tres versiones de piezas creadas, inicialmente, por autores que las generaron bajo la influencia del filin; una de ellas, El borde del mundo, nada menos que de Martín Rojas. Aquí Gonzalo diserta con una introducción influenciada por los maestros de la pianística europea clásica, aunque luego se moverá en el tango con fuerte presencia del bolero. La segunda pieza del CD, No empeñes más, de Marta Valdés, es un típico bolero-filin, como apunta sabiamente Leonardo Acosta. En él puede apreciarse que Gonzalo, como en su anterior Supernova, ha ganado suficiente con el silencio y las suaves modulaciones en sus solos con la mano derecha, lo que antes se empeñaba en demostrar con buenas furias y notable virtuosismo. La tercera pieza filin —que cierra el CD—, Contigo en la distancia, viene en un kit-dual con otro tema (En nosotros, de Tania Castellanos). En la versión que ambos músicos hacen de aquella destaca, de manera casi sobrenatural, la manera en que Charlie Haden dice nota a nota, con el bajo acústico, cada silaba del comienzo de la canción; los solos que ejecuta lo introducen inapelablemente en el Olimpo de los mejores bajistas de su generación, a la altura de Charles Mingus o Ron Carter.

Los boleristas cubanos clásicos no están olvidados en este acercamiento, y ahí está la figura de Osvaldo Farrés —con una de sus excelentes piezas, Tres palabras— para demostrarlo. Farrés, con Acércate más, Toda una vida, Quizás quizás, Para que sufras o Madrecita, en su momento aseguró la inmortalidad de Nat King Cole y Antonio Machín, entre otros. La economía de recursos literarios conseguida en Tres palabras es la que imita Gonzalo en la extensión de su particular versión, quizá rindiéndole merecido homenaje al autor.

No sólo se nutre el disco con boleros y filin nacionales: el bolero mejicano está representado con Yo sin ti, de Arturo Castro, Nocturnal, de Sabre Marroquin/José Mujica, Noche de ronda, de María Teresa Lara y, cómo no, El Ciego, de Armando Manzanero.

Con tales argumentos la placa, corte tras corte, se va metiendo en los bares, en la noche, en el amor, en cada cuerpo... ofreciendo gratas sorpresas: el violín del uruguayo Federico Britos, que por momentos parece sacado de un disco de Django Reinhardt, o el saxo de Joe Lovano, con un apreciable solo en Moonlight, sin olvidar al guitarrista Pat Metheny en Noche de ronda. Por último, hay que prestar especial atención al maravilloso acompañamiento que hace Ignacio Berroa, quien a veces usa las escobillas de la batería como maracas. Como recomendó el propio Charlie Haden en Barcelona, compren el disco, grábenlo de algún amigo o bájenlo en MP3, que bien merece el gusto.


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