Viernes, 18 octubre 2002 Año III. Edición 475 IMAGENES PORTADA
Música
'Moña' de alto octanaje

'Agua de Cuba' (1999) y 'Cubacán' (2002): dos trabajos formidables del percusionista Francisco Aguabella.
por ENRIQUE COLLAZO, Madrid  
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Francisco Aguabella se ha convertido en una auténtica leyenda del latin jazz gracias a su incesante y excelente trabajo como percusionista desde los años 50. Emigró de Cuba en 1957, desde su Matanzas natal, y a partir de ahí ha continuado la fecunda tradición de otros brillantes percusionistas como Chano Pozo, Patato Valdés, Tata Güines y Mongo Santamaría, fusionando en su quehacer los ritmos y "palos" tradicionales de la música de origen africano con los diversos géneros de la cubana, añadiéndole a esta mezcla un componente de smooth jazz-soul. Con todo ello, el sonido de su banda se distingue por una base rítmica francamente potente, cargada a la vez de sensuales matices melódicos. De esta suerte, los especialistas suelen clasificar el jazz que elabora Aguabella dentro de la corriente del Cubop —la firma discográfica para la que graba es CUBOP Records—, seguramente gracias a las influencias que el criollo recibió del gran Dizzi Gillespie durante su estancia inicial en Nueva York.

A partir de su vinculación con los instrumentos de percusión africana—desde su niñez—, Aguabella, además de tocar las tumbadoras con maestría, ejecuta brillantemente los tambores batá, de lo cual ofrecen testimonio muchos de sus amigos, quienes regularmente lo invitan a participar en ceremonias de santería en Los Ángeles, ciudad en la que vive desde hace tiempo. Del mismo modo, este año acaba de grabar su álbum Canto a los Orishas, donde despliega todo su talento como percusionista absoluto. Ha tenido el privilegio de tocar con figuras de la talla de Dizzi Gillespie, Tito Puente, Eddie Palmieri, Frank Sinatra, Wheather Report, Lalo Schiffrin, Machito y Carlos Santana, entre otros. En la primera mitad de la década del 70 formó parte del grupo Malo, mientras militó en él Carlos Santana. Muchos recordarán un rotundo éxito de Malo llamado Suavecito, radiado hasta el cansancio por emisoras como la WQAM y la WQBS, que "entraban" en La Habana por aquellos años.

Aguabella recibió el National Heritage Award y es profesor visitante de la U.C.L.A. en su departamento de Etnomusicología, donde imparte cursos sobre música afrocubana y toca con su grupo, el Aguabella's Latin Jazz Ensemble.

Agua de Cuba (1999) y Cubacán (2002) son de sus trabajos discográficos más formidables. Sobre ambos discos sólo puede emitirse un criterio casi apologético: tienen una factura impecable, además de una potencia arrolladora. La banda de Aguabella suena como un solo hombre, pues entre la sección rítmica y la melódica consigue articular una formidable polifonía que arrebata tanto por la fuerza de la percusión cubana como por el virtuosismo y la capacidad de improvisación de los metales que acompañan al músico. Entre los temas más destacados de Agua de Cuba pueden mencionarse Watermelon man, de Herbie Hancock; Long, Long Summer, de Lalo Schiffrin; Here, there and everywhere, de Lennon y McCartney; el legendario Manteca, que inmortalizaran Chano Pozo y Gillespie, además de Salsa latina y el que da título al álbum, ambos firmados por Aguabella.

En Cubacán se aprecia también otro detalle que distingue la obra del percusionista, y es la variedad de géneros que cultiva y que plasma en todos sus discos. Cubacán es una joyita por los cuatro costados y los temas quizá más calientes son Guajira pa'los pollos, del puertorriqueño Papo Lucca; Felukin, que se mueve en la cuerda de la timba cubana; el afro Tin Tin Deó, de Chano Pozo, y Agua limpia tó, del propio Aguabella. En esta placa se aprecian interesantísimos contrapunteos entre la sección rítmica y los instrumentos de viento, donde la síncopa es la verdadera llave de los truenos. Los metales, por su parte, ejecutan vertiginosos fraseos, que se suceden unos a otros en el liderazgo de las improvisaciones.

En resumen, la "moña" que nos "baja" Aguabella es de alto octanaje, o sea, latin jazz en el más puro y duro estilo que pueda concebirse. Pero, además, mimando siempre la melodía. Su música es altamente recomendable, trasmite plenitud y es un deleite para los sentidos. No hay que perdérsela.


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