Viernes, 18 octubre 2002 Año III. Edición 475 IMAGENES PORTADA
Música
¿En busca de un sonido?

A partir de 1959, nuestra música ha arrastrado el 'stop' de la política cultural oficialista.
por ARSENIO RODRíGUEZ, Barcelona Parte 2 / 3

Acosta culpa al bloqueo norteamericano de que en el exterior no se difunda la música criolla, pero lo que no queda claro y destruye dicha tesis es que esos mismos imperialistas fueron quienes difundieron en los años noventa a todos los músicos cubanos de dentro y fuera del país. Hoy nadie duda de que la comercialización de nuestra música en la Isla se ha visto beneficiada de forma impactante por efectos exteriores.

La excusa del bloqueo es tan pobre que no se sostiene. Más que bloqueo, se trata de una incapacidad para mantener por cuarenta años las infraestructuras que ya existían desde la década del cincuenta. Lejos de crear estrategias para comercializar dentro y fuera, se intentó borrar el pasado, y ese pasado cayó encima del sistema. Para más ironía, Ray Cooder escogió los mismos estudios de la Egreem para grabar Buena Vista Social Club, que, detrás de Mi tierra, de Gloria Estefan, es el segundo disco más vendido de música cubana en los últimos diez años. Los beneficios y ganancias del Buena Vista Social Club han llevado a World Circuit Records (disquera independiente de Londres) a tener un peso en el mercado que no soñaba, mientras que en Cuba se quejaban de lo inservible del estudio Egreem, descontando las quejas por las máquinas que no se podían cambiar a causa del "bloqueo americano". Dicho sea de paso, estos estudios no fueron construidos por la revolución, sino por los "imperialistas".

La justificación del bloqueo no puede explicar que mientras Compay Segundo, en 1992, era un desconocido en España, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés vendían miles de discos, igual que otros artistas cubanos promotores de la revolución. Pablo Milanés pertenece a la Universal Music, compañía multinacional que no ha logrado vender con Pablo lo que una independiente como World Circuit Records consiguió con Buena Vista Social Club.

Quizás el verdadero error de esta política oficial fue reunir —con saña y criterio político—, en el retiro obligatorio, a más de doscientos músicos que representaban lo mejor de la música cubana de los cuarenta y cincuenta: Rubén González, Ibrahim Ferrer, Compay Segundo, Vieja Trova Santiaguera, Casa de la Trova y Buena Vista Social Club. Rubén González e Ibrahim tenían discos grabados con la Egreem desde años anteriores a su retiro, y nunca se difundieron en la Isla; se editaron debido al éxito obtenido por Buena Vista Social Club. Ferrer se dedicaba a limpiar zapatos cuando Juan de Marcos González lo rescató para que interviniera en el proyecto. Compay Segundo tocaba en la piscina del hotel Capri y en otros sitios, ganando de uno a cinco dólares de propina. Todos estos músicos fueron sacados de sus retiros obligados y llevados a tocar en los mejores escenarios del mundo no por promotores cubanos, sino por extranjeros como Santiago Auseron, Manuel Domínguez o Nick Gold.

La política de la revolución se empeñó en abolir el pasado. Así lo confiesa Gonzalo Rubalcaba, quien, avalado por su trayectoria y más de dos generaciones de músicos en su familia, la conoce muy bien.

En una reciente entrevista, Rubalcaba expresaba: "En ocasiones hemos sido irresponsables con lo que nos pertenece y no concebimos las estructuras necesarias para salvarlo (...) No podemos decir que las estructuras no existieron. Pero si estaban mal concebidas, mal equipadas, tanto desde el punto de vista técnico como humano. Inexperiencia en materia de difundir, promover, alertar al mercado de una propuesta musical, de un producto, toda una serie de conceptos que se deben utilizar en la vida contemporánea. A la vez sucedió algo que fue la causa esencial de este problema: en ocasiones se intentó romper totalmente con el pasado".

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