| ¿En busca de un sonido? |
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| A partir de 1959, nuestra música ha arrastrado el 'stop' de la política cultural oficialista. |
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| por ARSENIO RODRíGUEZ, Barcelona |
Parte 1 / 3 |
Mientras el mundo está redescubriendo el son y otros géneros tradicionales, las preferencias de los músicos y del pueblo cubano van por cauces muy diferentes. Por un lado, existe un manifiesto declive en el favoritismo por la Nueva Trova, que es el más promocionado por el sistema dentro y fuera de la Isla. Por otro, se evidencia un acercamiento hacia ritmos más populares, sin olvidar la incapacidad del régimen de asumir el liderazgo que nuestra música comienza a tener en el ámbito internacional, por falta de una política de iniciativas y de tolerancia.
Las últimas décadas de desarrollo musical en la Isla se resumen con la influencia que han tenido géneros foráneos como el rock y el pop, censurados en años anteriores y que comienzan a tener espacios públicos donde difundirse, como festivales y homenajes. Es el caso de John Lennon, a quien se le hizo un monumento en El Vedado sin pensar que Pérez Prado, Lecuona, Benny Moré, Bola de Nieve, Ignacio Piñeiro, María Teresa Vera, Arsenio Rodríguez, Cachao y otros cientos de músicos, carecen de placas en las casas donde vivieron, o de esculturas. Han surgido espacios permanentes como el Patio de María, en el Vedado, y comienza a asentarse en las barriadas de la Habana del Este un movimiento de rap, junto a una nueva evolución del son cubano en su variante timba, llamada también "timba brava y dura".
No hay discusión en la prensa especializada de que al flautista José Luis Cortés, El Tosco, corresponde la creación de la timba, o al menos es uno de sus máximos exponentes. Justo en 1992, El Tosco editó el disco Échale limón, definitorio en el desarrollo de esta suerte de género. Otros grupos, como Van Van (es cierto que este grupo tenía historia suficiente en la música popular cubana para ganar un Grammy, pero el disco que mereció el premio, Van Van is here, suena más a la timba que creó El Tosco que al songo de los setenta creado sabiamente por Juan Formell como subgénero de transición), Revé y su Charangón, Dan Den, Adalberto Álvarez y La Charanga Habanera se apuntaron a esta corriente timbera, que otorgó un nuevo aire a nuestro son.
Luego surgieron conjuntos como los de Isaac Delgado, el Médico de la Salsa, Paulito FG, Manolito Simonet, Azúcar Negra y Carlos Manuel, que a lo largo de los noventa mantuvieron la continuidad de esta nueva evolución.
En el último lustro, la timba ha campeado por su respeto en la preferencia de los bailadores de la Isla, pues el son cubano tradicional —a pesar de los millones de copias vendidas— no ha despertado la misma pasión que en el exterior. La timba no se ha insertado en el mercado internacional por falta de iniciativas. Su huella se halla en el grupo DLG de Nueva York, y en pasajes melódico-timberos de las canciones del último disco latino de Gloria Estefan.
En los años noventa, la burocracia oficial tuvo mal olfato para asumir con tolerancia el despegue internacional de la música cubana. Entre otros males evidentes, la raíz de esta sordera institucional ha radicado en su política cultural. En su libro Del tambor al sintetizador (1989), Leonardo Acosta anota: "Fue hacia 1967-1970 cuando se comenzó a especular sobre la crisis, que atribuimos, en lo que pueda tener de cierta, a dos factores básicos: el 'autobloqueo', consistente en hacernos sordos a lo que sucedía en el exterior, y la creación en 1968 de un sistema centralizado de contrataciones que desarticuló el movimiento musical y destruyó los mecanismos habituales de acercamiento entre el público y los músicos populares".
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