Miércoles, 31 julio 2002 Año III. Edición 421 IMAGENES PORTADA
Música
¿Carambola?

Augusto Enríquez y su Mambo Band: El cantautor deja a un lado su tradicional tendencia pop-rock para sumarse, con su nuevo disco, a la última legión de soneros y boleristas criollos.
por MICHEL SUáREZ, Valencia  
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Pocas veces en su carrera profesional Augusto Enríquez había acertado tanto como en su más reciente producción discográfica, Carambola (Discos Unicornio, 2001), ganadora del premio en la categoría Antología de Versiones, en la Feria Internacional Cubadisco 2002. Luego de largos años extraviado entre la indefinición musical del grupo Moncada y el pop-rock asumido en solitario, parece haber encontrado el cáliz de oro de su carrera.

Junto a Moncada, Augusto grabaría desde 1988 los álbumes Fundar una esperanza, Moncada no come caimán y Mamá-hue, en los que impuso su carismática personalidad. Como solista, había logrado grabar los discos Solo para mí y Cuando yo sea grande, de relativo éxito en el espectro musical de la Isla, pero calificados de rotundo fracaso en el mercado internacional.

Si bien Enríquez es uno de los cantautores que más se ha codeado en festivales internacionales de La Habana, Winnipeg, Vancouver, Seatle, Montreal, San Remo, Londres, Valencia, Berlín y Roma —sin contar a los trovadores del santuario—, su repercusión ha sido bastante limitada. La apuesta emprendida en los primeros años de los 90 por la WEA Latina de Gran Bretaña, naufragó en un océano de buenas intenciones. Los contratos no fueron renovados.

Para Augusto Enríquez, sin embargo, el nuevo siglo amaneció diferente con la propuesta de un disco que se diferencia, diametralmente, de sus producciones precedentes. Ya no más búsquedas en dirección al pop o la balada de estándares mundiales, no más insistencias en códigos ajenos —lo cual tampoco es un pecado— ni intentos de coronarse rey en tierras del rock and roll. Se volvió hacia su yo real y encontró talento para relanzarse en el mundo de la música. Ahí está el CD Carambola para demostrarlo.

El álbum está evidentemente dedicado a Benny Moré, aunque se distancia de la veleidosa idea de los tributos calcados del original. Augusto parte de la mejor música cubana de los años 40 y 50, donde conjuntos y jazz bands vivieron décadas orgásmicas de difusión nacional e internacional, para recrear 14 piezas "a su aire"... y al de los arreglistas.

Se descubre en los primeros acordes la mano maestra de Demetrio Muñiz, orquestador y director de una banda de 20 músicos, capaz de hacer ver —con los ojos cerrados— la Cuba musical de entonces. Muñiz, convertido en artífice de los sonidos evocativos de los años 40 y 50 cubanos, junto a su coterráneo Juan de Marcos González, ya se había encargado de recordarnos cinco años atrás que aquella música olvidada continuaba intacta. Sus incursiones en el disco A Toda Cuba le gusta, de Afrocubans All Stars, con el descomunal arreglo de Amor verdadero, eran suficientes para dejar boquiabierto al más pinto. No le bastó esa experiencia y volvió a la carga con las producciones de Ibrahim Ferrer y Omara Portuondo, para sacarle las lágrimas a más de un melómano.

El mismo Demetrio Muñiz comparte con Augusto el éxito de Carambola. Vuelven los años de oro de la música cubana a los oídos del mundo, aunque no de manera mecánica, sino profundamente creativa, desde el respeto, la sapiencia, la academia. Un sonido compacto, de arreglos sencillos en la cuerda de metales —sin estridencias ni fraseos jazzísticos innecesarios—, abrazado al "pianismo" de los solos y los tumbaos.

Se disfruta de los clásicos en perspectiva contemporánea. En eso ha influido bastante el timbre de Augusto, que no es ni sonero ni bolerista ortodoxo, pero ha aprendido a colarse por el ojo de la aguja. De este modo, los boleros Inolvidable, Fidelidad, Los aretes de la luna, Aquellos ojos verdes, Qué te hace pensar.... nos remiten al Benny o a Vicentico Valdés sólo referencialmente, porque Enríquez los ha transpolado a su estilo, sin dejar de considerar la acentuada huella que tienen en el auditorio.

Los sones y mambos siguen idéntico camino. Elige tú que canto yo, Bonito y sabroso, Pinar del Río, Santa Isabel de las Lajas... están a los pies de quienes buscan versiones realmente cooperantes, aunque es en Maní picao y Deja que suba la marea donde se logran las mayores expectativas y Augusto alcanza la plenitud.

Carambola es mucho más que un golpe de suerte para Augusto Enríquez. Ojalá y no pierda más la ruta.


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