Lunes, 22 julio 2002 Año III. Edición 414 IMAGENES PORTADA
Música
Ritmos del subdesarrollo

La música en la cinematografía nacional (1960-1970).
por ARSENIO RODRíGUEZ, Barcelona Parte 1 / 3

A la memoria de Sabá Cabrera Infante, recientemente fallecido

Cartel

La llegada de la revolución cambió el entramado social, cultural y económico en Cuba, hecho que dura ya, con exceso, más de cuarenta años. La música para el cine de esta época se vio afectada sensiblemente; continuó y desarrolló la incorporación masiva de autores de música culta, como Leo Brower, Harold Gramatges, Juan Blanco, Roberto Varela y Juan Márquez, entre otros, y extendió una serie de documentales monográficos de diferentes figuras de la canción popular cubana muy interesantes; pero de ahí a afirmar con rotundidad que "la música en el cine cubano cobra consistencia y esencia después de 1959" —frase que puede leerse en la web cinematográfica oficial de La Habana—, va un largo trecho.

Músicos como Lecuona, Pérez Prado, Rita Montaner, Benny Moré y otros muchos, a través del cine cubano, el mejicano, el italiano y hasta en Hollywood —con directores importantes como Emilio El Indio Fernández o Fellini, por sólo mencionar dos— ya se habían dado a conocer antes de esa fecha, sin olvidar que casi todos los géneros populares y cultos, desde la rumba, el chachachá o el bolero hasta la zarzuela, habían formado parte del cine nacional con anterioridad a 1959. Sí es cierto que en sólo diez años se rodaron más de cuarenta largometrajes y casi doscientos documentales. Con la revolución también llegó la censura de un filme tan inocente como PM, que anticipó el arribo del quinquenio gris (o rojo, como le llaman algunos).

En 1960, Tomás Gutiérrez Alea estrena Historias de la Revolución, primer filme de ficción hecho en Cuba después del triunfo barbudo. Se trata de tres cuentos, cada uno de los cuales fue musicalizado por un autor diferente: Carlos Fariñas (El herido), Harold Gramatges (Rebeldes) y Leo Brower (La batalla de Santa Clara); tres compositores para los que esto significó un primer acercamiento al cine, y que demostraron su influencia e inclinación hacia la música culta.

Julio García Espinosa, también en 1960, filma Cuba baila. El argumento está basado en los esfuerzos de una familia con ingresos medianos para celebrar una fiesta de quince años a un nivel mayor que el que le es permitido por su posición económica. Presenta, de forma ligera, un ambiente musical posible en cualquier lugar del mundo, y que adaptado a una ciudad cubana hace notable uso del ritmo.

Tomás Gutiérrez Alea, en su nuevo filme Las doce sillas (1962), se decide para la banda sonora por un músico que luego desarrollaría su obra en la aleatoria y electroacústica: Juan Blanco. En este film, como bien afirma Leonardo Acosta, "se mostró relativamente más conservador en su trabajo".

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