| Queridos dúos |
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| 'Proposiciones' 'Para vivir' el 'Comienzo y final de una verde mañana': en torno al último álbum de Pablo Milanés. |
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| por ENRIQUE COLLAZO, Madrid |
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Luego de que la mayoría de los adictos a la Nueva Trova cubana en España cambiaran su casaca de "progres" por el son, las guarachas y los danzones del Buenavista Social Club, reaparece uno de los fundadores del movimiento que desde fines de la década de los 60 hizo suya una nueva manera de expresión musical en Cuba.
Es la segunda oportunidad en que Pablo Milanés se implica en la magna tarea de presentar un volumen de sus composiciones cantadas a dúo con importantes intérpretes de la canción en español. En la memoria musical de muchos perdura aún el recuerdo de su Querido Pablo de los años 80 —el diseño artístico de esta última placa recuerda a aquél—, disco que cosechó gran éxito, sobre todo en España y en Latinoamérica. Ahora Milanés ha vuelto por sus fueros, elaborando un disco intimista, personal, sin desatender el más mínimo detalle relativo al mercadeo del mismo. En Pablo querido repite la misma fórmula que en su día le aseguró la conquista del mercado ibérico e hispanoamericano, con la notable diferencia —entre otras— de que en aquél la hechura española y la presencia de intérpretes de esa nacionalidad era decisiva, mientras que en éste prima lo latinoamericano.
En sentido general, el disco tiene un nivel de realización impecable, comenzando por la dirección musical del virtuoso violinista, devenido pianista, Dagoberto González, y las orquestaciones y los arreglos de éste último y de Milanés. No se echa demasiado en falta a músicos tan talentosos como el catalán Ricard Miralles y los cubanos Miguel Núñez y Eduardo Ramos, quienes a lo largo de la carrera musical de Milanés enriquecieron sus temas con arreglos y orquestaciones de elevado vuelo poético. Las partituras escritas para la poderosa y bien acoplada orquesta de cuerdas aportan un soporte armónico cargado de lirismo y belleza, que realza y arropa eficazmente los diversos timbres de cada uno de los intérpretes que acompañan al divo. De ahí que el disco legue toda una gama de sensaciones que van desde el más fino sentimiento amoroso hasta la más triste y embriagadora melancolía, como ocurre en el tema La soledad, cantado a dúo con Milton Nascimento.
Otra de las virtudes innegables del álbum es la enorme capacidad de acomodo que despliega Milanés al momento de empastar su voz con la de cantantes cuya emisión es tan diversa, lo cual le obliga a hacer las veces de prima o de segunda, en dependencia del registro de su partenaire. Desde el planteamiento inicial de un trabajo de esta naturaleza cualquier músico debe tener en cuenta esto; sin embargo, no todos los que se implican en empresas semejantes —duetos ocasionales— consiguen concretar un trabajo de acople de voces tan orgánico y coherente.
Muchos de los temas ameritan un comentario puntual. El primer amor, a dúo con Tania Libertad, es uno de los más logrados: la orquestación resulta francamente espléndida y ambas voces logran trasmitir con intensidad el momento de la pérdida de la inocencia. Desafortunadamente, de Sábado corto, cantado a dúo con Fito Páez, no puede decirse lo mismo, pues el versátil músico argentino somete su voz a tensiones de las que no sale muy bien parado. Los sones —Son para un festival, cantado con Soledad Bravo y Llegaste a mi cuerpo abierto, interpretado con Lucecita Benítez— destacan por la calidez de la voz de la venezolana y la poderosa emisión de la boricua. En ambos se comprueba un absoluto dominio de la fórmulas soneras, cargadas de contrapunteos y pasajes mambeados, aunque en el primero la selección de las voces para los coros no resultó la más acertada.
El dúo con Pancho Céspedes rezuma calidad por los cuatro costados, los arreglos son formidables, el empaste de voces magnífico y la transición armónica entre la canción-trova de Milanés y la canción beat de Pancho proporciona a éste último suave aterrizaje en un género donde ha demostrado innegable talento interpretativo. Para vivir, con Armando Manzanero, Ya se va aquella edad, con Eugenia León y Comienzo y final de una verde mañana con Caetano Veloso, son igualmente temas muy bien logrados, donde se aprecian las cualidades arriba apuntadas, como un desbordado lirismo, arreglos y orquestaciones maravillosos y la ductilidad de la voz de Milanés. Mención aparte merece el dúo con Joaquín Sabina, consagrado cronista de la sociedad española y del Madrid que lo acogió definitivamente. Éste, a pesar de la lamentable afectación que ha sufrido en su voz, consigue articular un buen dueto con Milanés, trasmitiendo ambos la sensibilidad de esta bellísima canción. Otros temas, como los interpretados con Marco Antonio Muñíz, Ivan Lins, Alberto Cortés, Charly García y Maná, poseen calidad suficiente, aunque se echa en falta una mayor entrega de los cantantes a la hora de grabarlos.
En medio de un panorama de creación musical mediocre, es de agradecer esta última entrega de Pablo Milanés. Pablo querido expresa el ocaso de la larga vida creativa de un cantautor notorio, a la vez que recurre a fórmulas —un excelente refrito de sus canciones más conocidas— que por haber funcionado eficazmente hace unos quince años aproximadamente, le garantizan la favorable reacción del mercado. A pesar del menor ímpetu que despliega Milanés en este álbum y del agotamiento de su veta creativa, su repertorio de siempre sale enriquecido al implicar en el proyecto a una larga y talentosa relación de músicos de ambas orillas.
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