Lunes, 14 enero 2002 Año III. Edición 279 IMAGENES PORTADA
Música
Adiós a un grande olvidado

El pasado 24 de diciembre falleció Fernando Storch, quien con Machito, Bauzá y Oréfiche, perteneciera a la elite de los embajadores de la música cubana.
por CRISTóBAL DíAZ AYALA Parte 1 / 2
F. Storch
Fernando Storch

El abuelo vino de Alemania y se quedó en Argentina. Pero la inquietud corría en la sangre, porque el hijo se hizo marino mercante, llegó a La Habana, le gustó y se quedó. El nieto Fernando, nacido el 30 de mayo de 1904, dejó la herrería del padre en La Víbora, sus aficiones al tres y el saxofón y sus peleas de boxeador aficionado, pues lo enviaron a estudiar a Texas. No le gustó la escuela y decidió correr fortuna y se fue a Detroit a trabajar en la Ford. De ahí, ese inmenso imán que se llama Nueva York lo atrajo y al principio de los treinta es un músico con cierta experiencia que ha tenido varios grupos, el último el Cuarteto Caney, y se gana la vida tocando en Nueva York y en trabajitos que van cayendo.

Pero la fortuna iba a tocar a su puerta. El cantante que con su cuarteto había despertado en Nueva York el gusto por la música cubana, grabando más de 150 número en cinco años, Antonio Machín, había decidido quedarse en Europa. Sus últimas grabaciones newyorquinas son de octubre de 1935. La naturaleza —y también la música— le tienen horror al vacío. Y Ralph Pérez, el astuto director artístico de la sección latina en la Columbia Records, le busca un sustituto rápidamente a Machín: el Cuarteto Caney, pero piensa que necesita reforzarlo y busca al mejor cantante latino existente en aquel momento en la Gran Manzana: Panchito Riset.

En enero de 1936 hicieron sus primeras seis grabaciones. El Cuarteto Caney era elástico. Para ganarse la vida noche a noche, se componía de Fernando Storch en el tres; Elio Osakar, tampeño de padres cubanos, contrabajo; Tilde, guitarra y Johnny López, cantante, éstos dos puertorriqueños. A veces se les agregaba Cheo como bongosero y ya eran cinco, y para las grabaciones usaron al trompetista Montes de Oca y ya eran seis. Así era la cosa. Ni Fernando ni Panchito quedaron muy felices con esta unión a la brava. Fuera del estudio, Fernando nunca usó a Panchito como cantante y éste a su vez, grabó con otros grupos musicales. Pero Pérez estuvo claro: el Caney heredó la clientela disquera de Machín. Pronto la voz inconfundible de Panchito con un sabroso acompañamiento bien cubano interpretando sones como Clarivel, Cantando, Maleficio y Lamento jarocho, se escuchaban en todo el Barrio Latino de Nueva York, en La Habana, en San Juan y en otras muchas ciudades caribeñas. En dos años grabaron 42 números. El sonido cubano de Nueva York era el sonido del Caney. El binomio se terminó en 1938, pero ya el cuarteto estaba institucionalizado, y su cantante de planta, Johnny López, era muy bueno y además cantaron con el grupo estrellas como los cubanos Alfredito Valdés y Machito y los boricuas Bobby Capó (el cantante favorito de Storch) y otros muchos.

En 1938 viajaron a Venezuela para una larga gira y en los siguientes años El Caney cubrió extensos recorridos por todo Estados Unidos. Hicieron decenas de grabaciones para Columbia, Decca y Victor y por él pasaron cantantes y músicos que le debieron gran parte de su experiencia y nombre al grupo; y como lo había sido el Cuarteto Machín antes, siempre fue una empresa compartida entre cubanos como Marcelino Guerra, Maño López, Daniel Sánchez, Manolo Suárez, Mario Bauzá y boricuas como Doroteo, Payo Flores, Polito Galíndez, Rafael Audinot y otros muchos.

Curiosamente, nunca actuaron en Cuba ni en Puerto Rico. Pero como la comunidad puertorriqueña en Nueva York era mucho mayor que la cubana, son más recordados entre los boricuas que entre los cubanos.

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