Viernes, 04 enero 2002 Año III. Edición 273 IMAGENES PORTADA
Música
Poco aliño para mucha salsa

Tras padecer 43 años de experimento socialista, la música cubana se debate entre la rapiña y el olvido.
por LUIS CINO  
Músicos
Los segundos de Compay Segundo. Músicos cubanos
a la búsqueda de compañías internacionales

En Cuba, donde son proverbiales las dotes de su gente, dedicarse a hacer música puede resultar o una muy lucrativa manera de escapar de la gris existencia cotidiana o uno de los más frustrantes y poco gratificados de los oficios. Todo depende, entre muchos factores, de la calidad y el talento, pero, sobre todo, de la suerte.

En todo el mundo la empresa del disco es cada vez más industria que arte. En Cuba, en la última década, ha ocurrido lo mismo con la creciente dependencia de la industria nacional del disco frente a las firmas extranjeras.

Estas disqueras sirven de puente entre la producción musical nacional y las multinacionales de las grabaciones. Tal es el caso del contrato firmado por Caribbean Productions con la EMI, que hace pensar a muchos que las disqueras foráneas son la tabla de salvación para los músicos cubanos.

El régimen, en su desesperada búsqueda de dólares, ha fomentado esta relación, dándole proyección comercial a la música, cosa que no ocurre en otros sectores de la economía nacional, ya que esas firmas no pagan impuestos, reciben un trato flexible y todo tipo de facilidades, arruinando la posibilidad de competir de la EGREM.

Esa situación, que pudiera beneficiar a los músicos nacionales, debido a la falta de experiencia de marketing, el burocratismo inherente al sistema y la rapacidad de las empresas extranjeras, está afectando el talento musical en la Isla.

Es así que nuestros artistas —no por poco conocidos menos talentosos—, debido a la agobiante situación económica, la falta de opciones para grabar sus obras y la posibilidad de viajar al exterior, firman contratos leoninos con oscuras disqueras depredadoras, fundamentalmente españolas y mexicanas que les imponen condiciones onerosas en su personal y repertorio, y pagos irrisorios.

No todos tienen la suerte de Van Van, de Elíades Ochoa, Pancho Céspedes o Compay Segundo (más vale tarde que nunca).

Otra particularidad de la industria del disco nacional, derivada de su dependencia externa, es que la gran mayoría de las grabaciones se difunde en CDs que son inaccesibles para la inmensa mayoría de los ciudadanos, que tienen que esperar resignadamente a que se editen en casetes, privando a los intérpretes de su público natural, el mercado nacional, y llevándolos a trabajar en función del destinatario extranjero y las ganancias que le aportará, creando un producto cubano entre comillas, con tufo a postal turística, como si todos los cubanos fueran rumberos o bailadores de guaguancó.

En la primera mitad de los 60 hubo un auge en el surgimiento de ritmos en la música bailable: el mozambique, el dengue, el pilón y el pacá, pero a finales de esa década, pese, y quizás debido, a todas las prohibiciones, se produjo una avalancha de pop anglosajón que desplazó la música nacional del gusto juvenil.

Esa situación se agravó aún más cuando en el quinquenio gris absurdas políticas culturales quisieron imponer infructuosamente en nuestra música a cantantes de la Europa Oriental: Karel Gott y Alla Pugachova, entre otros, e incluso, hasta música andina.

Hacia 1980, el programa televisivo Para Bailar devolvió a los bailadores el gusto por la música bailable. Las actuaciones del venezolano Oscar D'León, en 1983, fueron todo un suceso nacional que hizo olvidar la tragedia de Granada y propició discusiones sobre si la salsa era música cubana que nos habían robado y otros criterios de ese tipo.

De los 80 en adelante, nuestra música goza de muy buena salud y si no fuera por todos los factores citados, pudiera estar en uno de sus mejores momentos, a pesar de los pesares.

Se calcula que existen en el país más de 12 mil personas dedicadas a la música popular, en un medio carente de una infraestructura tecnológica e industrial adecuada y escasos estudios de grabación.

Todo esto, unido a las necesidades económicas, empuja a los músicos, si quieren que su obra perdure en grabaciones, hacia las disqueras foráneas y sus desventajosos tratos que, así y todo, son muy codiciados y considerados el escalón superior de sus carreras.


Imprimir Imprimir Enviar Enviar

En esta sección

Pancho Amat y 'El cabildo del son: de San Antonio a Maisí'
JOAQUíN ORDOQUI GARCíA
En Croacia se baila el son
CARLOS OLIVARES BARó
'A mí no me tocan campana'
RENé ESPí
A la rumba yo no voy má
ARSENIO RODRíGUEZ
Son sin telarañas
CARLOS OLIVARES BARó
Kelvis a orillas del Guadalquivir
ARSENIO RODRíGUEZ
NOTICIERO
SOCIEDAD
ECONOMÍA
CULTURA
INTERNACIONAL
DEPORTE
MÚSICA
semblanzas
dulce cantar
OPINIÓN
DESDE...
ENLACES
Chat
ENTREVISTA
Cartas
BUSCADOR
Galeria
EDICIONES
» Actual
« Anterior
» Siguiente
Seleccionar
D:  
M:  
A:  
   
Tribuna
 
 
PORTADA ACTUAL NOSOTROS CONTACTO DERECHOS SUBIR
 
© 1996-2003 Asoc. Encuentro de la Cultura Cubana.