| Freddy cantaba boleros |
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| Según Cabrera Infante, 'era una mulata enorme, gorda gorda, de brazos como muslos y de muslos que parecían dos troncos sosteniendo el tanque de agua que era su cuerpo' |
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| por ARSENIO RODRíGUEZ |
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Hace cuarenta años murió Freddy: Fredesvinda García Herrera, una cantante insólita, que con su voz grave, una carrera de sólo dos años (1959-1961), un solo disco, doscientas libras de peso y la literatura de Guillermo Cabrera Infante, se ha convertido en un mito de la música cubana. Pero detrás del mito, ¿sabe alguien quién era Freddy, la gorda del Bar Celeste de Humboldt e Infanta?
Había nacido en Céspedes, un pueblito en la provincia de Camagüey, en 1935. A los doce años se trasladó a La Habana. Un tiempo después comenzó a trabajar como cocinera en la casa del doctor Arturo Bengochea, pero la gran ilusión de su vida, según propia declaración, era "convertirse en una estrella de cabaret, ganar mucho dinero y recorrer el mundo llena de joyas y lentejuelas".
Comenzó, a fines de los cincuenta, a frecuentar el Bar Celeste, donde cantaba a capella un repertorio bastante peculiar, como su misma figura. Su físico de doscientas libras pasaba a un segundo plano cuando dejaba oír una voz grave, de singular sensibilidad interpretativa. Senobio Faget nos cuenta en un magnifico texto sobre ella, que estaba cantando Cada vez más, de René Touzet, cuando apareció, escoltado por una bailarina del cabaret Tropicana, Carlos M. Palma, alias Palmita, abogado, criminalista, promotor artístico y director de la revista Show, famosa por descubrir talentos nuevos.
Para complacer al doctor Palma, cantó Bésame Mucho, de Consuelo Velázquez, Tengo, de Martha Valdés, y Debí Llorar, de Piloto y Vera, acompañada por el cuarteto Los Riveros. Eso bastó para que Palmita escribiera en su revista Show, en julio de 1959: "Del servicio doméstico surge una bolerista que ha de ser célebre (...) Sus días como cocinera están contados, porque cuando cualquier empresa la lance, habrá enseguida que programarla en televisión; la radio la hará su cantante favorita". Hay que destacar que el bolero interpretado por mujeres estaba en pleno auge con Olga Guillot, Berta Dupuy y Elena Burke, entre otras muchas. No obstante, su carrera tomó altura en esos años.
Uno de los productores del Cabaret Capri fue a comprobar lo que se había escrito sobre ella. Lo demás es historia. Debutó en el propio Capri, en la revista Pimienta y Sal, junto a Rolo Martínez, el cuarteto de Carlos Faxas y otros. Dicen que sólo necesito dos canciones para meterse el público literalmente en un bolsillo: El hombre que yo amé, de George Gershwin, y Noche de Ronda, de Agustin Lara.
Como se lo habían pronosticado, en 1960 apareció en el programa estelar del circuito CMQ del canal 6, Jueves de Partagás. La prueba de fuego no pudo ser más fuerte: tuvo que cantar de tú a tú con Benny Moré y Celia Cruz. Dicen que el Bárbaro del Ritmo la felicitó y ella gritó a todo pulmón "¡Ay dios mío, perdóname, pero ya puede darme otro infarto! Ahora sí voy a morirme tranquila...!" Dios le hizo caso, pero un año después. Antes fue contratada para grabar su único disco, Freddy, que incluyó canciones de A. Lara, Martha Valdés, G. Gershwin, Cole Porter, Piloto y Vera.
Hizo giras a Venezuela, México y Miami. Luego pasó a Puerto Rico, donde finalmente falleció en julio de 1961, después de cantar sus inolvidables boleros.
Curioso que la literatura cubana insista en que Freddy no muera. En la novela Dime algo de Cuba, de Jesús Díaz, la bicicleta china del protagonista está bautizada con el nombre singular de Fredesvinda, quizás aludiendo al peso de estos ciclos, similar al peso de la voz de esta mujer en la memoria de nuestra cultura musical y literaria.
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